BIENVENIDO AL MUNDO DE STARBUCKS


El mundo postmoderno se caracteriza por una pluralidad de estilos de vida que compiten ferozmente por la fidelidad y lealtad de las personas. La pastoral juvenil debe tener en cuenta esta realidad y preparar a los jóvenes para la misma. De otro modo, la fe de muchos naufragará.

Hace unos días tenía un tiempo de acompañamiento espiritual con unos de los jóvenes con los que estoy trabajando. Nos encontramos en uno de los locales que la cadena de cafeterías Starbucks tiene en la ciudad de Barcelona, España.

Llego el momento de ordenar mi consumición y me acerqué al mostrador donde un atento camarero me preguntó qué deseaba. Justo entonces comenzó mi ansiedad.

Me encontraba ante la necesidad de tener que escoger entre diferentes tipos de cafés, café sólo, café con leche, café americano, frapuchino, capuchino, descafeinado, selección del día, selección de la semana y todo ello ante la presión de una fila de gente que iba aumentando.

Cuando al final acerté a articular que deseaba un café con leche, no acabó allí me suplicio. A continuación me dijeron qué tamaño deseaba. Naturalmente tuve que preguntar cuántos tamaños había.

Se me indicó que podía escoger tres tamaños, pequeño, mediano o largo. Un rápido vistazo a la fila de gente me persuadió de tomar una decisión rápido y orientarme hacia el medio esperando que allí acabara todo. No fue así.

A continuación se me preguntó acerca de si deseaba algún tipo de sabor especial en mi café. Nuevo interrogatorio, qué sabores hay, nuevo desglose de gustos, nueva mirada a la fila, mayor ansiedad, nueva elección, en esta ocasión hecha sin pensar, con el deseo de acabar cuanto antes.

¿Cuál es su nombre? Félix, contesté, pensando que la próxima pregunta sería mi número de cédula de identidad. Me equivoqué, sólo me preguntó si era para llevar o era para tomar en el local.

Acostumbrado a las cafeterías españolas, donde hay tan sólo dos o tres posibilidades, café solo, cortado (es decir, con un poco de leche) o con leche, Starbucks representó la entrada en un mundo de extrema variedad.

La variedad, la pluralidad, la diversidad, una característica de la sociedad postmoderna.

La diversidad, la variedad, el pluralismo son expresiones que caracterizan y definen la cultural postmoderna. Se rompe la homogeneidad, se impone la heterogeneidad. A mayor variedad, mayor riqueza.

Esto se da en todos los ámbitos de la vida. Pensemos por ejemplo los diferentes tipos de familia que se van dando. En Europa, aunque no únicamente en ella, es posible encontrar, junto a la familia nuclear y tradicional, es decir, la formada por el padre la madre y los hijos, diferentes modelos alternativos. Familias monoparentales (con un solo progenitor), familias homosexuales (formadas por dos papás o dos mamas), familias mezcladas (las formadas por un padre y una madre que aportan hijos de anteriores matrimonios y tienen los nacidos en la nueva unión), familias de hecho (conviven si estar casadas. No olvidemos que en algunos países europeos las uniones de hecho superan a los matrimonios)

Otro de los ámbitos donde puede verse la diversidad es en las orientaciones sexuales. Frente a la heterosexualidad como la conducta corriente y correcta, hoy nos encontramos con cada vez mayores expresiones de identidad sexual y con una fuerte presión, al menos en Europa, pero todo llegará, para cuestionar las prohibiciones relacionadas con la poligamia o el incesto sin ir más lejos.

A nivel ideológico esta variedad o diversidad recibe el nombre de pluralismo. Significa que la cosmovisión judeocristiana, ha dejado de ser la base que sustenta los valores y las culturas de los países occidentales.

Además de los restos de esta cosmovisión o forma de entender el mundo, hoy en día convivimos con muchas otras cosmovisiones o estilos de vida que pugnan por ganarse la fidelidad y la filiación de los jóvenes de nuestras iglesias.

Se ha roto el monopolio cultural. Los valores cristianos ya no son los únicos que están al alcance de las personas para desarrollar su proyecto vital personal. Hay un mercado cultural libre, donde las diferentes opciones compiten contra el cristianismo y compiten entre ellas, todas prometiendo los mejores resultados, todas reclamando ser la mejor opción para construir un proyecto personal de vida.

Como me sucedió a mí cuando entré en Starbucks, les sucede a nuestros jóvenes cuando entran en la secundaria o en la universidad. De golpe se dan cuenta que, además del cristianismo, existen muchas otras opciones entre las que es posible elegir y, algunas de ellas, aparecen ante sus ojos mucho más atractivas y mucho más gratificantes.

Muchos de nuestros países tienen algunos sectores de la economía en régimen de monopolio. Existe una única compañía que domina el mercado de los seguros, las comunicaciones, los carburantes, etc. Esta compañía no debe preocuparse por nada, tiene el mercado cautivo y la única posibilidad del consumidor es acudir a ella. Incluso, en ocasiones estos monopolios crean empresas filiales para dar una sensación de falso mercado libre, pero son tan sólo variaciones sobre el mismo tema.

Todo cambia, sin embargo, cuando el mercado se abre y se acaban los monopolios. Las empresas que ostentaban el control sobre un consumidor cautivo se ven en la necesidad de competir, algo para lo que muchas no estaban preparadas, y demostrar que sus productos son mejores y que vale la pena apostar por ella. En algunos casos, la nueva competencia es tan feroz que en poco tiempo esas empresas pierden su posición líder en el mercado y se convierten simplemente en una más, a veces, simplemente en una sombra de lo que fueron.

La fe de los jóvenes en un contexto plural

La fe de nuestros jóvenes funciona bien para una cultura que no es plural, para una cultural que es fundamentalmente judeocristiana y en la que los valores de la iglesia y de la sociedad no difieren demasiado.

Sin embargo, ¿sobrevivirá esta fe en un contexto plural, de libre mercado ideológico, donde deberá de competir con otras muchas cosmovisiones y maneras de entender el mundo?

Mucho nos tememos que no. Hemos domesticado a nuestros jóvenes pero no los hemos discipulado. Los hemos preparado para vivir una vida en cautividad, en entornos protegidos y seguros, pero no necesariamente para sobrevivir y, menos aún, para causar un impacto en la selva ideológica del mundo plural postmoderno.

Todos hemos experimentado el enfriamiento espiritual o incluso la pérdida de la fe que experimentan muchos de nuestros jóvenes cuando entran en el mundo universitario. Las presiones ideológicas y culturales van más allá de lo que su fe de conformidad puede resistir.

He visto este fenómeno con muchachos y muchachas que por diferentes razones han emigrado a España desde sus países de origen. España es un país ferozmente pluralista y en donde la cultura cristiana y los valores que ella sustentaba están siendo constante y sistemáticamente erosionados. Muchos jóvenes que en sus países estaban comprometidos con la iglesia e incluso ocupaban posiciones de liderazgo se han alejado del evangelio y enfriado espiritualmente. ¿La causa? Su fe no pudo resistir las presiones de un mundo plural, era buena para la homogeneidad, no para la heterogeneidad.

Cuando se ven confrontados por un mundo plural, la fe de los jóvenes se rompe por dos razones principales. La primera, es la ausencia de convicciones. Ya el incansable Josh McDowell demostró en bien documentados estudios realizados entre la juventud, que nuestros jóvenes tienen conocimientos acerca del cristianismo, pero carecen de convicciones. Creen, pero no saben en qué creen y no saben por qué lo creen. Su fe es puramente intelectual, no experimental. Es una fe inmadura, que ha sido aceptada sin ser cuestionada y mucho menos sin se probada en la vida real. Mientras que las creencias sirven para más o menos operar en un contexto cultural favorable, como lo era el de la cultura judeocristiana, no tienen suficiente fuerza para resistir los violentos embates de una sociedad agresivamente plural.

La segunda de las razones, es la ausencia de estructuras de credibilidad. Afirman los estudiosos de la postmodernidad que en una cultura plural, con tantas cosmovisiones en competencia y conflicto, sólo pueden sobrevivir aquellas que cuentan con estructuras de credibilidad.

Estos mismos expertos definen una estructura de credibilidad como una comunidad que encarna, vive y ejemplifica los valores que una cosmovisión determina defiende y propugna. Sin estas estructuras, sentencian, la supervivencia es imposible, y las cosmovisiones que carezcan de ellas están condenadas a desaparecer y/o convertirse en marginales y testimoniales exclusivamente.

Esta afirmación levanta serias preguntas acerca de si nuestras iglesias son auténticas estructuras de credibilidad en las cuales nuestros jóvenes pueden ver encarnados los valores, principios y estilos de vida del Evangelio. Si no lo son y, además, no estamos discipulando a nuestros jóvenes con convicciones, sino únicamente domesticándolos con conocimientos, nos encontramos ante una combinación que puede resultar letal en sus vidas.

Desarrollar la fe en un mundo plural

Si nuestra fe es la verdad, entonces no debemos de temer la confrontación con el mundo. Es el propio Jesús quien afirma, que él ha vencido al mundo (Juan 16:33), también en su oración sacerdotal le pide al Padre, no los quites del mundo, antes al contrario, guárdalos del mal (Juan 17:15) y todas las Escrituras del Nuevo Testamento están llenas de admoniciones al valor y a la confianza en el poder del Señor.

Algunas sugerencias prácticas para formar a nuestros jóvenes para un mundo plural.

1. Entiende los retos que tus jóvenes están enfrentando o tendrán que enfrentar. Todo buen líder debe equipar a sus jóvenes para un mundo real, no para vivir en un mundo idea que no existe. La comprensión de sus luchas, retos y desafíos te ayudará a saber cómo orientar tu discipulado.

2. Da la bienvenida a sus preguntas. No juzgues al joven que duda. La duda forma parte del proceso de maduración. Si le juzgas por dudar no sabrás lo que siente, sufre, piensa y, consecuentemente, no podrás ayudarle a superar la duda. Celebra sus dudas como parte del proceso de maduración.

3. Permite que su fe sea puesta a prueba. Parte del proceso de convertir las creencias en convicciones pasa por la prueba de las primeras. Cuando nuestra fe es desafiada, probada, confrontada, entonces es cuando crece, se refina, se fortalece.

4. Acompaña espiritualmente a tus jóvenes en el proceso. No permitas que estén solos –ideológicamente hablando, claro- habla con ellos, ora con ellos, ayúdales a ver la coherencia y consistencia de la fe. Entiende que hay jóvenes que, tal y como pasó con el hijo pródigo, tendrán que hacer su propio proceso personal que, en ocasiones, puede llevarles a dejar la comunidad de la fe para experimentar el mundo. No rompas los lazos, sigue amando, aceptando y estando cerca, cada vez veremos más y más jóvenes que necesitarán probar su fe allí afuera.

5. Provee estructuras de credibilidad. Recuerda, si tu comunidad local no es una buena estructura de credibilidad, es decir, no vive y encarna lo que predica, eso causará mucho daño a la fe del joven y la debilitará a la hora de enfrentarse con una sociedad plural. Tal vez no puedes influir sobre el clima espiritual de tu comunidad, pero si puedes y debes hacerlo sobre el clima del grupo de jóvenes y asegurarte que realmente se vive lo que se proclama. En todo caso, tú debes ser una buena estructura para tus jóvenes, debes de desafiarles a que te imiten del mismo modo que tú imitas a Cristo.

6. Presta atención al interior del joven y no te dejes engañar por el exterior. Desgraciadamente, muchas veces buscamos la conformidad exterior del joven a ciertas normas, hábitos, conductas o culturas, sin embargo, descuidamos el interior. Nos conformamos con moralizar, en vez de discipular y ser colaboradores de Dios en su tarea de formar a Cristo en la vida del joven. Un trabajo juvenil que no tenga en cuenta la conformidad del corazón –que sólo Dios puede hacer- y se oriente en una conformidad exterior –la que podemos forzar- fracasaré en equipar a los jóvenes para vivir y ministrar en un mundo plural.

Comentarios

Martha Barreras ha dicho que…
Hola! Soy una joven cristiana.. me encanto leer su blog. Me ayudo muchisimo. Actualmente me estoy enfrentando ante el fenomeno de la Posmodernidad... lo estoy conociendo a traves de una materia que llevo en la Universidad. Me interesa conocer mas sobre el tema de "Cristianismo y Posmodernidad" Igualmente me gustaria pedir apoyo para conocer mas Universidades españolas, soy mexicana y me interesa ser estudiante de intercambio alla, si Dios me permite. Saludos! Mi correo es: marthabarreras@hotmail.com espero recibir informacion al respecto. Gracias! Y Bendiciones!
Dámaris Vázquez ha dicho que…
Muy interesante este artículo sobre la "Generación Starbucks", muy real. :)