SENTARSE EN LA ZONA DE FUMADORES



En el mundo postmoderno cada vez se dan con más frecuencia entre la juventud estilos de vida no solamente alternativos, sino claramente contrarios a los valores bíblicos. Si queremos mostrarles el interés, amor y aceptación incondicional de Dios deberemos seguir el modelo de Jesús y comenzar a ser escandaloso en nuestras relaciones y costumbres.

Jesús, tal y como aparece reflejado en los evangelios es un personaje escandaloso. Si tenemos la valentía de hacer una lectura no religiosa –es decir, teniendo la capacidad de leer lo que pone y no interpretarlo con el filtro de nuestra moralidad y corrección política- de los textos bíblicos, nos vamos a encontrar con el Maestro apareciendo en los lugares donde se supone que nunca debería de estar, haciendo las cosas que se supone que no debería de hacer, relacionándose y socializándose con las personas con las que nunca debería de hacerlo y, todo ello en los momentos más inoportunos, léase el día de reposo.

Los evangelistas, que no narran todo lo que aconteció durante el ministerio público de Jesús (Juan 20:30) nos hablan de su capacidad de estar en lugares inadecuados y con las personas inadecuadas. Veamos un ejemplo. El Maestro acepta cenar en la casa de Zaqueo, un cobrador de impuestos, alguien totalmente repugnante a los ojos de las personas religiosas de su tiempo (Lucas 19:1 y ss). De hecho, este era un motivo de crítica constante hacia su persona y su trabajo. Jesús no dudaba en frecuentar, y hacerlo públicamente, la compañía de personas, no de dudosa reputación, sino de mala reputación, personas moralmente rechazables, condenables y objetables.

Esto era algo tan notorio en Jesús que no únicamente le valió las feroces críticas de fariseos, saduceos y maestros de la ley judía, sino que también, le creó una mala reputación, la de amigo de pecadores, recaudadores de impuestos y otra gente de mal vivir, de la cual el Maestro tenía plena conciencia (Mateo 11:19). Para ser honestos, hemos de afirmar que sus relaciones eran escandalosas y provocaban una reacción de indignación, rechazo y disgusto en muchos de sus contemporáneos.

Su mala fama y reputación se extendía, no únicamente a sus relaciones, sino también a su conducta. La forma en que Jesús vivía provocaba agrias reacciones entre las personas. No sabemos en profundidad qué estilo de vida llevaba Jesús, sin embargo, los evangelio nos lo muestran con bastante frecuencia en cenas y banquetes. El Maestro también era conocedor de la mala fama que ello le reportaba. En una conversación con los fariseos no duda en repetir algo que debía ser vox populi, que era un comedor y un bebedor, amigo de gente de mala reputación (Lucas 7:34). De hecho, ambas cosas se combinaban, su estilo de vida y sus relaciones.

Las objeciones que se levantaban acerca de su conducta no estaban únicamente relacionadas con sus relaciones y su capacidad de disfrutar de la vida, también por su capacidad de romper las tradiciones religiosas y desarrollar conductas que eran claramente tachadas de irreverentes. Las convenciones religiosas significaban bien poco para él cuando se trataba de ayudar a las personas y ministrarlas en sus necesidades. Fiel cumplidor de las obligaciones religiosas –asistía a la sinagoga regularmente, oraba, conocía las Escrituras, ayunaba, pagaba los impuestos del templo, etc., etc.,- no dudaba en saltárselas a la torera para poner al ser humano y sus necesidades en el centro del escenario. En fin, un nuevo motivo de escándalo para sus observadores.

Llegados a este punto es importante mencionar quiénes eran los que se sentían tan ultrajados, molestos y escandalizados por la conducta tan poco ortodoxa de Jesús. No debemos olvidar que quienes reaccionaron de tal manera eran las personas más religiosas y con mayor moralidad de la época. Así es, el rechazo hacia el Maestro, sus relaciones, su estilo de vida, su conducta y lo que ellos consideraban ser poco respeto hacia la moral y la religiosidad, vino del sector más religioso, más moralmente aceptable y políticamente correcto de la sociedad.

Fueron ellos los que consideraban inaceptables sus conductas, reprobables sus relaciones y escandalosa su manera de afrontar la espiritualidad y la religiosidad. Fueron ellos los que lo condenaron con dureza y, en última instancia, los que consideraban que era alguien fuera de la voluntad de Dios y que debía ser eliminado.

La respuesta de Jesús ante tanta desaprobación fue enfatizar el propósito de su venida y ministerio. No en defensa propia, sino a modo de explicación, afirmó que había venido a buscar lo que estaba perdido (Lucas 19:10 y 11). Recalcó que su trabajo estaba destinado a aquellos que estaban enfermos, no a los que estaban sanos, o lo que es peor, se consideraban a sí mimos sanos y, por tanto, sin ninguna necesidad de ser curados y atendidos (Mateo 9:12).

En Lucas 15, donde están las tres parábolas que muestran el corazón pastoral de Dios. La moneda y la oveja perdida y el padre que ama y perdona, Jesús expresa su amor, compasión y aceptación por los pecadores, por los que viven al margen de la voluntad de Dios, por todos aquellos cuyos estilos de vida son claramente condenables desde la perspectiva bíblica. Sin embargo, Jesús, con sus enseñanzas y su estilo de vida demuestra una y otra vez que, aunque todo ello es verdad, incluso así, Dios continúa amándolos, buscándolos, aceptándolos y esperando que vuelvan a su casa para correr a su encuentro con los brazos abiertos.

En ningún momento Jesús aprobó y frivolizó acerca de los estilos de vida que las personas con las que se relacionaban llevaban. Su amor y aceptación hacia ellos, su deseo e iniciativa de socializar con ellos en ningún momento significó una aprobación de su manera de vivir. El encuentro con la mujer adúltera narrado en el evangelio de Juan claramente lo prueba, después de decirle que no la condenaba, añadió, vete y no peques más (Juan 8: 1 y ss). Pero mi punto es, que su desaprobación de esos estilos de vida ¿podría ser de otro modo? No le privó de acercarse a ellos y mostrarles amor, compasión y aceptación como personas.

Jesús afirmó que del mismo modo que el Padre le envió, así nos enviaba a vosotros (Juan 20:21). También recalcó que muchas de las cosas que hizo tenían como propósito servirnos de ejemplo (Juan 13:15). Consecuentemente, ¿es posible llevar a cabo un ministerio entre la juventud sin que nuestras relaciones, nuestras conductas y nuestras comportamientos resulten escandalosos a los ojos de la gente piadosa de nuestras iglesias?

¿Quiénes son los recaudadores de impuestos y los pecadores que hay a nuestro alrededor? ¿Quiénes son los enfermos a los que hemos sido llamados por Jesús a mostrar amor y aceptación incondicional? En principio, todos aquellos que disgustan, producen rechazo y escándalo en nuestro piadoso estilo de vida evangélico, los cuales, en una sociedad postmoderna, son un número creciente de personas que practican estilos de vida alternativos y contrarios a la moral cristiana tradicional.

Estamos hablando de los que fuman, los que beben, los que frecuentan las discotecas y salas de baile, aquellos que tienen relaciones sexuales con sus novios o novias, o peor aún, aquellos que se han ido a vivir juntos sin estar casados, los que tienen relaciones sexuales como un modo de experimentar placer al margen de cualquier tipo de relación o compromiso, los adictos de todo tipo, los consumidores de drogas, las madres solteras adolescentes y jóvenes, los que practican abortos y naturalmente ¿o especialmente? los homosexuales.

Muchos evangélicos han desarrollado una actitud de juicio, condena y crítica de todas las personas comprendidas en los grupos antes mencionados. De hecho, un buen cristiano no debería relacionarse con ellos, socializar con ellos y frecuentar lugares donde estas personas estén. Un buen creyente debería de cuidar su testimonio a los ojos de un mundo no creyente y, naturalmente, ciertas relaciones, conductas y prácticas pueden ser mal vistas y juzgadas por los que nos observan. Debemos de cuidar nuestro testimonio a los ojos de los demás y evitar todo aquello que pudiera provocar escándalo en otros. No me parece que Jesús estuviera, como muestran con claridad meridiana los evangelios, excesivamente preocupado por ello.

Creo que si queremos hacer justicia al corazón compasivo de Dios e imitar el ejemplo de Jesús, deberemos de comenzar a sentarnos en la sección de fumadores. Debemos de comenzar a tomar la iniciativa de acercarnos a ellos, escucharlos, comprenderlos, aceptarlos tal y como son -¿es necesario mencionar de nuevo que esto no implica la aceptación de sus estilos de vida?- y amarlos incondicionalmente porque Dios no nos ha enviado a los que están sanos -o eso piensan- sino a aquellos que están enfermos y necesitados.

Vamos a tener que comenzar a frecuentar la zona de fumadores, a ser escandalosos a los ojos de los piadosos y políticamente correctos, porque nos moveremos con gente incorrecta, porque deberemos de ir a buscarlos a los lugares incorrectos, aquellos en los que se supone que un buen cristiano nunca debería ir, e incluso en los momentos incorrectos ¿es lícito ministrar a una persona necesitada a la hora del culto de adoración? ¿no hay seis días durante la semana en los que es posible hacer ministerio?

Existe toda una generación de gente joven fuera de nuestras iglesias –y un creciente número de jóvenes dentro de las mismas- cuyos estilos de vida son condenables desde el punto de vista bíblico. Sin embargo, cómo podrán entender estos jóvenes que Dios los ama, los acepta, está profundamente interesado en sus vidas, si nosotros les mostramos todo lo contrario con nuestro rechazo, nuestro desprecio, nuestra negativa a buscarlos y, mucho menos tener ningún tipo de relación con ellos.

Muchos de nosotros somos más parecidos a Jonás –que se irritó hasta el punto de desear la muerte porque Dios había perdonado a la ciudad de Nínive- que a Abraham, que en una osadía sin precedentes en el relato bíblico se puso a negociar con Dios y regatear la salvación de las ciudades de Sodoma y Gomorra. Uno estaba motivado por el legalismo, consideraba despreciable a los ninivitas. El otro, estaba movido por una profunda compasión hacia personas que merecían el castigo que sobre ellos Dios iba a ejecutar. Estoy seguro que Abraham no tendría inconveniente en sentarse en la zona de fumadores, donde coincidiría con Jesús. También estoy convencido de que Jonás criticaría a ambos desde la zona de no fumar, donde, por cierto, estaría bien a gusto con los fariseos, los escribas y los maestros de la ley.

Sentarse en la zona de fumar es peligroso. Lo sé, soy consciente de ello. Pero es la zona a la que el creyente está llamado. El propio Jesús en su oración sacerdotal al Padre dijo, no te pido que lo quites del mundo, sino que los guardes del mal (Juan 17:15). La luz resplandece en medio de las tinieblas. La luz no se enciende y se esconde, antes al contrario, se pone bien alto para que brille y pueda ser de referencia. Esto implica que en nuestro servicio a una generación perdida debemos de tener claros elementos de equilibrio y contrapeso que nos permitan estar en el mundo sin contaminarnos de él. Estamos fuera de la voluntad de Dios y perdemos nuestro papel profético cuando para evitar la contaminación con el mundo y sus estilos de vida nos aislamos del mismo. Esa no fue la estrategia de Jesús ni lo que esperaba de nosotros.

El propio Jesús nos da pistas acerca de cómo podemos estar en el mundo sin ser del mundo. Una clara relación con el Padre. El Maestro la tenía. Pasaba tiempo y tiempo con el Padre, adquiriendo su perspectiva de las cosas, viendo el mundo como Él lo veía. Un claro conocimiento de las Escrituras. Jesús reaccionó a la tentación con la Palabra de Dios, la conocía y sabía cómo aplicarla en las situaciones adecuadas. Un fuerte compañerismo cristiano. Necesitamos vivir en comunidad y tener una clara estructura de rendición de cuentas que nos impida colocarnos a nosotros mismos en situaciones de vulnerabilidad que nos pueda llevar al pecado y a la desobediencia.

Hace unos días pasé por uno de los cafés de Barcelona, me pareció ver a Jesús, en la sección de fumadores, en una animada discusión con varios jóvenes. Uno llevaba tatuajes, el otro lucía largas rastas en su pelo, le llegaban hasta mitad de la espalda. Incluso uno de ellos me pareció, por su vestimenta y amaneramiento, que era gay. Todos estaban en animada conversación ¿Qué debía estar Jesús diciéndoles?

Comentarios

Amado Diego ha dicho que…
Muy Bueno!!!
Me encantó encontrar a alguien que piensa lo mismo que yo !!!
Muchas veces somo juzgados por comportarnos así.
Y la iglesia esta todo el día en el edificio. y no esta con los enfermos. La luz esta bajo la mesa.
Gracias a Dios por animarme con esta palabra.
Dios lo bendiga !!
Diego