Mira por encima de tu teología para que puedas ver al verdadero Dios.
Uno de los grandes peligros de la postmodernidad es hacernos dioses a nuestra medida, conforme nuestros deseos e intereses. Los cristianos evangélicos no estamos a salvo de crear nuestros propios ídolos teológicos. Únicamente volvernos a Jesús puede salvarnos de este nuevo tipo de idolatría.
NO TE HARÁS IMÁGENES NI LAS ADORARÁS
El capítulo 17 del libro de Jueces nos cuenta la sorprendente historia de Micaía. Este personaje se construyó un ídolo con un dinero que le había robado a su madre. Después, contrató a un levita que se encontró de forma fortuita para que fuera su sacerdote personal. Tenía todo lo que necesitaba, su propio Dios y su propio sistema de culto, ambas cosas, naturalmente a su servicio. De hecho, su historia acaba con el convencimiento de Micaía de que las bendiciones de su dios estaban aseguradas.
El mandato bíblico tal y como aparece en Éxodo 20: 1-4 prohíbe expresamente que nos hagamos ningún tipo de imagen de Dios, que no nos fabriquemos ídolos y, naturalmente, mucho menos que los adoremos. Nosotros, los evangélicos, hemos usado este pasaje en nuestra confrontación con los católicos y les hemos acusado de idólatras y de romper de forma descarada uno de los diez mandamientos. Nos sentimos muy satisfechos de que, a diferencia de ellos, nosotros estamos libres de idolatría y no tenemos ni adoramos imágenes.
Lamentablemente no es del todo verdadero porque, si bien es cierto, que carecemos de ídolos de metal si que tenemos y, tremendamente poderosos, ídolos mentales. Porque la prohibición bíblica de no hacer imágenes no queda relegada única y exclusivamente al ámbito material, sino también al ámbito mental. Puedes crearte tu propia imagen mental de Dios y adorarla, reverenciarla e incluso manipularla a favor tuyo. Personalmente me dan mucho más miedo las imágenes mentales que las de metal (o madera, plástico metacrilato o cualquier otro material), ya que las primeras son mucho más poderosas, perniciosas y sutiles que las últimas.
Un poeta escribió, la mente se convierte en aquello que contempla. Esto es un arma de doble filo, porque si lo que contemplamos es bueno, nos transformamos a su imagen, pero es fácil imaginar que sucederá si aquello que contemplamos es una imagen equivocada. Es un principio antropológico que los pueblos moldean su carácter en función del tipo de dioses que adoran. Pueblos que adoran dioses de la guerra acostumbran a ser sanguinarios. Si nos convertimos en aquello que adoramos hemos de estar seguro que la imagen de Dios que tenemos es la correcta y la adecuada y, naturalmente, si estamos trabajando con jóvenes hemos de transmitirles una correcta perspectiva del Señor evitando la transmisión de mis propios ídolos.
ÍDOLOS TEOLÓGICOS
El hecho de que seamos cristianos y que tengamos la Palabra de Dios no nos hace inmunes al peligro de crear nuestras propias imágenes mentales de la divinidad. Tenemos la tendencia a pensar que nuestra imagen de Dios es fiel, objetiva y responde claramente a lo que las Escrituras enseñan. Permíteme decirte que eso no necesariamente es cierto.
Todos nos acercamos a la Palabra con un filtro teológico. Este es proporcionado por nuestro contexto religioso, iglesia, denominación, misión, etc. Este filtro hace que veamos a Dios, su relación con nosotros, con el mundo y la vida cristiana en general, de una manera muy determinada y precisa. Este filtro, permíteme la comparación, es como tu retina, ves a través de ella pero no eres consciente en la vida cotidiana de su existencia.
Tener un filtro teológico no es malo si somos conscientes de ello. No es pernicioso si reconocemos que lo que vemos a través de él es limitado, no es definitivo y puede, es más, necesita ser sometido a revisión. Lo que resulta fatal es cuando confundimos nuestro filtro con la realidad y nos pensamos que ambas cosas son similares. Entonces, nuestra imagen de Dios se ha convertido en un ídolo teológico, pero ídolo al fin y al cabo. Entonces, ya no estamos adorando al Dios único sino más bien a la imagen que de Él nos hemos formado a través de nuestro filtro teológico y a esa imagen adoramos y a semejanza de ella nos conformamos y se moldea nuestra vida.
Tener la Palabra de Dios no necesariamente es garantía de la carencia de filtros que condicionen nuestra interpretación de la misma. Los fariseos en tiempos de Jesús son un claro ejemplo de ello. Eran buenos conocedores y estudiosos de la Palabra, sin embargo, tenían su propio filtro que condicionaba de formal total la interpretación de la misma. Al respecto, Alan Hirsch, en su libro, Untamed: Reactivating a Missional Discipleship, dice lo siguiente:
Ciertamente este fue el problema de los fariseos: su doctrina se convirtió en algo tan consolidado que programó de antemano su comprensión de Dios. Eso significó que fueron incapaces de comprender a Dios tal y como se manifestó en Jesús: Jesús simplemente no encajaba con sus categorías teológicas. Sin embargo, rehusaron cambiar estas categorías para que encajaran con la revelación de Dios y, de este modo, acabaron rechazando al Mesías que tanto habían anhelado.
No nos engañemos, esto mismo puede sucedernos a nosotros. Podemos estar forzando a Dios dentro de nuestra estructura teológica para que se acomode a nuestros parámetros. Podemos estar creando un ídolo teológico y, lo que es más triste, sin tener conciencia de ello y juzgando como idólatras a aquellos que perciben a Dios de forma diferente. Ahora bien ¿Es posible evitar la creación de ídolos teológicos? ¿Podemos evitar el quebrantamiento del mandamiento divino de no hacernos imágenes?
JESÚS EL ANTÍDOTO CONTRA LA IDOLATRÍA MENTAL
Jesús es la única posibilidad de evitar la formación de ídolos que sustituyan al verdadero Dios en nuestras mentes y nuestras vidas. Considera estas citas bíblicas:
“A Dios nadie la vio jamás; el Hijo único, que es Dios y vive en íntima unión con el Padre, nos le ha dado a conocer”. (Juan 1:18)
“Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de todo lo creado. Todo lo ha creado Dios sustentándolo en él”. (Colosenses 1:15)
“Para esos incrédulos, cuya mente está de tal manera cegada por el dios de este mundo, que ya no son capaces de distinguir el resplandor del glorioso mensaje evangélico de Cristo, imagen de Dios”. (2 Corintios 4:4)
“Dios habló en otro tiempo a nuestros antepasados por medio de los profetas, y lo hizo en distintas ocasiones y de múltiples maneras. Ahora, llegada la etapa final, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien trajo el universo a la existencia. Y el Hijo, que es reflejo resplandeciente de la gloria de Dios e imagen perfecta de su ser, sostiene el universo…”. (Hebreos 1. 1-3)
Estos versículos nos dicen algo muy importante, si quieres conocer cómo auténticamente es Dios debes de mirar a Jesús, porque como muy bien declaran las Escrituras, Jesús, quien él mismo es Dios, es el único interprete autorizado de cómo la divinidad es.
Lo podemos decir más alto pero no más claro, cualquier interpretación de Dios que entre en contradicción con Jesús debe ser desestimada como incompleta, inadecuada o sesgada, porque afirma la Palabra que Jesús es quien refleja al Padre y nos lo ha dado a conocer.
Esto es muy importante porque Jesús es el centro de la revelación de Dios, Él es la revelación final y definitiva que hace que todas las demás deban ser interpretadas a su luz. Eso, en la práctica, significa que no debes de mirar a Jesús a través de los ojos del Antiguo Testamento o de Pablo, antes al contrario, debes mirar hacia atrás, el Antiguo Pacto, y hacia delante, las epístolas, a través de los ojos del Maestro de Nazaret fiel reflejo de quién y cómo Dios es.
Por tanto, cualquier aparente contradicción entre el Dios de Israel o el Dios de Pablo ha de ser resuelta en Jesús, y si la contradicción aparente no puede se resuelta o reconciliada por nuestra mente, entonces debemos humildemente rendirnos ante Jesús, imagen perfecta de Dios.
APLICACIÓN PERSONAL Y MINISTERIAL
Nadie está exento del peligro de crearse ídolos mentales. Tú y yo debemos de tomar nuestra imagen de Dios y traerla humildemente ante Jesús para que la evalúe y nos indique, si es necesario, que cambios debemos implementar para asegurarnos que adoramos al verdadero Dios. No debemos tratar de forzar a Jesús en nuestra teología eclesial o denominacional, antes bien, debemos permitir que Jesús la redima.
De no hacerlo así, estaremos cayendo en el pecado postmoderno de crearnos nuestro propio ídolo, un dios que se ciña a nuestras expectativas, deseos, ilusiones o perspectivas teológicas. Pero que no será el Dios revelado en Jesús.
Del mismo modo hemos de revisar qué tipo de Dios estamos enseñando a nuestros jóvenes. Hemos de ser honesto y valorar si estamos acercando al Dios revelado en Jesús a nuestros jóvenes o, por el contrario, estamos acercando un ídolo prefabricado. Recordemos que, tal y como les sucedió a los fariseos, la posesión y conocimiento de la Escritura no nos vacuna contra ese peligro automáticamente.
Si nos convertimos en aquello que contemplamos, es urgente y prioritario que contemplemos al Jesús de los evangelios, lleno de amor, perdón, gracia, aceptación, preocupación por el pobre, el que sufre, el desvalido, comprometido con redimir todo lo creado por Dios y corrompido por el pecado. Al Dios de la santidad y la justicia pero, como dice Juan, lleno de gracia y verdad. Mira más allá de tus ídolos teológicos al verdadero Dios revelado en Jesús.
Comentarios
SOLO JESUS ES EL CAMINO AL PADRE!!
Saludos.