En un mundo plural caracterizado por múltiples estilos de vida a disposición de los jóvenes para articular su proyecto vital, no existe un proyecto de vida cristiano, sólo tenemos la triste negación de los proyectos alternativos. No hay una alternativa cristiana, no ya por la que valga la pena morir, sino muchas veces ni siquiera vivir.
SIN PROYECTO EN UN MUNDO DE PROYECTOS
Hace un tiempo estaba escuchando a uno de los conferenciantes para jóvenes más famoso de América Latina, un hombre popular y de gran impacto en las generaciones jóvenes. Escritor, con sus propios programas de radio y televisión y alguien que cuando habla es escuchado por igual por jóvenes y adultos.
hablaba de cómo ser usado por Dios y la necesidad de que evitemos el pecado pues, de lo contrario, no seremos instrumentos útiles en sus manos y El no podrá llevar a cabo su obra a través nuestro. Urgió y pidió a todos los creyentes a caminar en santidad y limpieza de corazón delante del Señor. Hasta aquí todo perfecto. Después desafío a la audiencia -aproximadamente unas dos mil personas- a tener un tiempo de examen de nuestro corazón para que Dios nos permitiera ver si había pecado que impidiera que pudiéramos ser gente que fuera usada para su gloria. Las cosas seguían estando bien. Finalmente, mientras dirigía al auditorio en este tiempo habló del pecado sexual, la masturbación, la fornicación, la pornografía. Aquí ya no me pareció tan bien.
No es que esté a favor de una sexualidad al margen de la voluntad y los planes de Dios, algo sobre lo que habría que hablar en profundidad. Es que me choca que el pecado que impide ser usado por Dios sea únicamente el sexual y a Dios no le importe mi ética de trabajo, mi compromiso con mi país, la lucha contra la pobreza, el maltrato de las mujeres, el abuso infantil, la trata de seres humanos, la injusta distribución de la riqueza en el mundo, la carencia de acceso a la educación de centenares de millones de personas, la corrupción política, el orgullo y arrogancia de los líderes religiosos. Pareciera que eso a Dios le tenga sin cuidado mientras no te vayas a la cama con tu novi@.
Alguien puede afirmar que todo lo demás ya lo damos por sentado. Está bien, ¡Pues no lo demos por sentado! ¡Afirmémoslo! gritemos que ser cristiano es mucho más que evitar la fornicación y el uso y consumo de pornografía, no beber, no fumar, no tener un novi@ no cristiano. Afirmemos en positivo el proyecto de vida cristiano.
Esta charla me hizo pensar en el contenido de este artículo. Lamentablemente los cristianos no podemos afirmarlo porque no tenemos un proyecto de vida cristiano pensado, desarrollado y articulado. Tristemente no sabemos y no podemos afirmar la fe en positivo, únicamente lo podemos hacer negando otros proyectos de vida, otras alternativas, otras cosmovisiones.
Los creyentes nos hemos especializado en señalar, juzgar y condenar todo aquello que no nos gusta de la forma de vivir de la gente a nuestro alrededor. Pero si nos preguntaran qué ofrecemos, cuál es nuestra alternativa, cuál es el proyecto que presentamos, no podríamos articularlo porque carecemos de él, porque es simplemente la negación de los otros, porque es más fácil negar lo de los demás que afirmar lo propio. Y esta es en el fondo, según mi humilde opinión, la razón por la cual los jóvenes en general, y los estudiantes en particular, abandonan nuestras iglesias. No hay una cosmovisión positiva que les permita articular un proyecto vital propio por el que valga la pena vivir y morir.
Muchos jóvenes la única oferta que tienen es participar en la construcción del imperio religioso de sus líderes o el compromiso inquebrantable a estructuras, programas y actividades fosilizados que han perdido toda relevancia cultural, social y espiritual. Dedicación a las formas en vez del fondo, al medio y no a la función, a la tradición pero no a la revolución.
Si algo caracteriza a la postmodernidad es la pluralidad en todas las vertientes y dimensiones de la realidad. Hay una increíble variedad de estilos de vida disponibles para que los jóvenes construyan alrededor de los mismos su proyecto personal vital. Tristemente brilla por su ausencia un proyecto de vida cristiano que sea motivador, desafiador, radical, revolucionario. Somos un coro de plañideras quejándonos de lo malo que es el mundo y participando secretamente del mismo.
UN MANIFIESTO PARA UNA NUEVA GENERACIÓN
Vosotros no tenéis que cometer los mismos errores que cometimos nosotros. No debéis vivir en el mismo vacío de proyecto en el que nosotros hemos tenido que navegar. Necesitáis ese proyecto de vida por el cual valga la pena luchar e incluso morir. Dejadme que os haga una propuesta.
Mirad a vuestro alrededor. Este no es el universo que Dios pensó y creó. Dice Génesis que después de haber acabado el proceso creativo el Señor afirmó que todo era muy bueno. Pero no es eso, en absoluto, lo que vemos a nuestro alrededor, antes al contrario, nos envuelve el dolor (algo físico), el sufrimiento (algo emocional y espiritual), el abuso de unos seres humanos por parte de otros, la especulación, la corrupción, las desigualdades, la violencia, la opresión, la pobreza, el maltrato, la enfermedad y podríamos seguir. Seamos honestos, este mundo no es el que Dios tuvo en mente, esto es el aborto que el pecado, nuestra rebelión contra Dios ha generado. Un proyecto que no pudo ser.
Pero miraos ahora a vosotros mismos. Nosotros no somos la humanidad que Dios pensó y creó. Somos personas rotas, que vivimos en constante dicotomía entre el bien que tenemos la capacidad de ver, identificar y anhelar y el mal, la destrucción y la violencia que corre por nuestras venas. Como dice Pablo, el mal que no quiero es lo que hago y, sin embargo, no llevo a la práctica el bien que identifico. Somos enfermos que hemos generado un mundo enfermo. El mundo que describía en el párrafo anterior es únicamente la expresión de cómo somos. Seamos nuevamente honestos, nosotros no somos la humanidad que Dios tuvo en mente, somos un proyecto de humanidad fracasado, fallido, abortado. Vosotros y yo somos un proyecto que no pudo ser.
Nuestra rebelión contra Dios produjo un catástrofe cósmica que impidió que el proyecto de humanidad y creación de Dios pudiera ser y llevarse a cabo, dando lugar a esta realidad de mundo y humanidad que experimentamos. Nuestra rebelión rompió la relación con Dios, seguimos escondiéndonos de Él. También nos rompió interiormente como personas, nos fracturó, nos creó esta esquizofrenia moral y personal en la que estamos inmersos. La rebelión rompió nuestra relación con otros seres humanos, por eso la mayor parte del dolor y el sufrimiento es infringida por unos seres humanos sobre otros. Finalmente, cuando decidimos volverle la espalda a Dios se rompió nuestra relación con su creación convirtiéndonos en furiosos depredadores y destructores de la misma. Ese el el status quo en que nos dejó el pecado.
Por eso el gran proyecto de vida cristiana es unirnos a Jesús para que el Reino de Dios venga, para que el mundo y la humanidad sean aquello que Dios tuvo en mente y el pecado abortó, para hacer posible un nuevo mundo y una nueva humanidad. Tenemos un proyecto de vida que puede ser enunciado en positivo: colaborar con Jesús en la construcción del Reino de Dios, un nuevo mundo, una nueva humanidad.
Jesús, nos dice el evangelio de Marcos en el capítulo uno, comenzó su ministerio público hablando de la buena noticia y esa, en sus propias palabras, era que el Reino de Dios se había acercado. Jesús proclama el Reino y lo demuestra curando a los enfermos, liberando a los endemoniados, ministrando las necesidades emocionales, físicas y espirituales de las personas, enfrentándose a la injusticia y la marginación, denunciando los abusos de los líderes religiosos y hablándonos de un Dios que nos ama, acepta, perdona y se acerca a nosotros por medio de Él. El Reino de Dios es la esfera en que la autoridad del Señor es aceptada, reconocida y acatada.
Jesús nos enseña a orar pidiendo que el Reino venga, y en esa misma oración modelo nos enseña que eso implica que la voluntad de Dios se haga en la tierra porque en el cielo ya es llevada a cabo. Consecuentemente, sabemos que todo lo malo que hay en este mundo está en contra de la voluntad de Dios, toda opresión, pecado, injusticia, corrupción maltrato, marginación, abuso y desigualdad.
Jesús nos reta e invita a que nos unamos a Él para construir el Reino. Dice Pablo que somos colaboradores de Dios, que somos agentes de reconciliación en un mundo roto, que somos pacificadores llamados a expresar de este modo el carácter de nuestro Padre, que somos gente llamada a vencer con el bien al mal, todo tipo de mal, todo aquello que se levanta contra la voluntad del Padre.
Por eso, el proyecto de vida cristiano es, vuelvo a insistir, un llamado a colaborar con Jesús en el proceso de restauración de la humanidad y del cosmos, de toda su creación. Es trabajar codo a codo con Él para que este universo y esta humanidad sean lo que Dios pensó y el pecado abortó e impidió. Nuestro proyecto no es la negación de otros proyectos sino la construcción del Reino.
CÓMO LO ARTICULAMOS EN LA PRÁCTICA
Viviendo la vida cotidiana como un agente de restauración en un mundo roto. La vida la ejercemos en diferentes ámbitos, el personal, familiar, estudios/trabajo, vecindario, iglesia, ciudad e incluso país.
Vivir como un agente de restauración significa que en todas esas áreas tu estás ayudando a restaurar esas cuatro grandes fracturas que el pecado ha provocado en todo ser humano y de las que antes hablé. Significa que, a algunas personas las podrás reconciliar con Dios. Otras, simplemente las podrás restaurar en sus relaciones con otras personas ayudándolas a reconciliarse, perdonar o ser perdonados. Aún otras podrán recibir de ti ayuda para ser restauradas interiormente, para ser liberadas de amargura, desesperanza, frustración, miedo o ansiedad. Finalmente, a otras, incluso a ti mismo, las ayudarás a tomar conciencia de la necesidad imperativa de cuidar y proteger la creación del Señor que es nuestra herencia como hijos suyos. Vivir como agente de restauración significa que por donde pases dejas un olor de vida y no de muerte, que el mundo es un poco más como Dios pensó y no como el pecado corrompió.
Vivir como agente de restauración significa que cada día te levantas con una misión y una identidad, consciente de quién eres, un agente de restauración colaborador de Jesús y qué misión tienes, colaborar con Él en hacer que este mundo y esta humanidad sean lo que Él siempre tuvo en mente. Todo esto mientras Jesús construye en ti ese hombre nuevo del cual el mismo es el modelo, el prototipo, el ejemplo.
Para que nuestros jóvenes no abandonen la iglesia debemos de darles un proyecto vital digno de vivir e incluso morir por él. Si nuestros estudiantes dejan la iglesia que sea porque el proyecto que Jesús les ofrece es demasiado radical -construir un nuevo mundo y una nueva humanidad- demasiado comprometido, demasiado exigente y arriesgado. Pero no permitamos que lo hagan porque el proyecto que les ofrecemos es irrelevante y carente de sentido, valor y propósito -mantener un status quo que a pocos satisface-.
Comentarios
GRACIAS!
Agitador...
Me parece fundamental tu siguiente declaración: “No hay una cosmovisión positiva que les permita articular un proyecto vital propio por el que valga la pena vivir y morir.”
Aún así, quisiera diferir en el “proyecto” que como cristianos debiéramos tener hoy.
Hay una idea, un concepto y una promesa bíblica que debe permear cada acción o inacción del cristiano. Y aquello es el pronto regreso de Jesús.
Así como la resurrección le agrega sentido y eficacia a la muerte en la cruz (1 de Corintios 15), el retorno de Cristo le provee al cristiano el “proyecto vital propio por el que valga la pena vivir y morir”.
Cuantos movimientos cristianos están centrados solo en la adoración o solo en ganancia de almas y han perdido el norte de “la iglesia”: rescatar y preparar un pueblo para la venida de Nuestro Señor (Mateo 28:18-20).
El regreso, en gloria y majestad, de Cristo debiera ser nuestro motor, proclamarlo al mundo e invitar que otros se unan al pueblo de Dios que le espera es nuestra Misión.
Aunque parecieran ser temas similares, “la construcción del Reino” y “la segunda venida de Cristo”, la diferencia radica en saber (1) “cuál es mi parte”, “para qué me ha llamado el Señor”, y (2) teniendo en mente que la restauración real y final no se va a realizar jamás en este mundo, por mis manos, sin el regreso de Jesús.
Finalmente me uno a tus acertadas palabras: Si nuestros estudiantes dejan la iglesia que sea porque el proyecto que Jesús les ofrece es demasiado radical -construir un nuevo mundo y una nueva humanidad- demasiado comprometido, demasiado exigente y arriesgado.”
Gracias, me has dado bastante en que pensar. Bendiciones.
Saludos!