¿CONVERSIÓN O CONVERSIONES?
¿Cuántas veces nos hemos de convertir? Hemos de enseñarle a los jóvenes que la conversión es, a la vez, un evento y un proceso. Consecuentemente, nos hemos de convertir una vez y, al mismo tiempo, muchas veces dado el carácter dinámico de la experiencia humana.
¿QUÉ ES LA CONVERSIÓN?
Diría que es prácticamente imposible hablar de la conversión cristiana sin antes hacer mención de qué es el pecado desde la perspectiva bíblica. En el libro de Génesis capítulo 3 vemos el pecado plasmado como una rebelión del ser humano en contra de la soberanía y autoridad de Dios. Es una declaración de independencia, una substracción de la jurisdicción del Creador. El ser humano, en abierta rebelión contra el Señor, se declara autónomo e independiente.
Si tuviera que usar una figura visual hablaría de marcharse de la casa del Padre, tomar el propio camino, vivir la vida sin tener en cuenta a Dios, ir a la nuestra. De hecho, así lo describe la Escritura en el libro de Romanos cuando Pablo hace mención del Antiguo Testamento, todos se descarriaron como ovejas, cada cual se apartó por su camino.
Explicado el concepto de pecado quiero entrar ahora a hablar del de conversión. En griego, en su origen, la palabra no tenía ninguna connotación religiosa. Convertirse era simplemente dar un giro radical, es decir, un giro de 180 grados. No de 360 como algunos, para hacerlo más radical, indican, pues al hacerlo de 360 grados volveríamos al punto de partida.
La imagen gráfica es alguien que va caminando, en un momento dado se para, considera su camino y se da cuenta que va en la dirección equivocada, da un giro (180 ¡Recordemos!) y se orienta en la dirección correcta y hacia allí se encamina. Por tanto la conversión es un volverse de, nuestros propios caminos y, a la vez, un volverse hacia. Ambos deben ir unidos, darse la mano y tienen un carácter inseparable. Dos partes de una misma realidad.
Nos volvemos hacia Jesús pues Él es camino y, a la vez, nos invita a seguirle, a ir en pos de Él. Nos convertimos cuando dejamos el camino que seguimos, en nuestra opinión el más adecuado, para vivir una vida de seguimiento del Maestro quien es a la vez nuestro camino.
Quisiera acabar este apartado con una declaración radical y contundente. Si el pecado es rebelión, la conversión es sumisión, rendición incondicional a Dios y su autoridad. Así se sencillo, de claro y de costoso.
LOS REQUISITOS DE LA CONVERSIÓN
La conversión, para que sea real y genuina, debe afectar a toda la personalidad del ser humano, todas sus dimensiones, es decir, el intelecto, las emociones y la voluntad. Unicamente cuando estas tres convergen se produce ese auténtico giro de 180 grados del que vengo hablando.
El intelecto. Para podernos convertir hemos de conocer una información mínima y básica, de lo contrario, no podemos tomar una decisión inteligente. Es preciso entender el concepto de pecado, las consecuencias del pecado, el porqué fue necesaria la muerte de Cristo, el propio concepto de conversión y sus implicaciones, entre otras cosas.
Las emociones. Ahora bien, también la dimensión emocional debe estar involucrada. Pensamos en una vida con Jesús, siguiéndolo, colaborando con Él en la restauración del universo y lo vemos como algo de lo cual queremos ser parte. Imaginamos los cambios y sanidad que puede traer a nuestra experiencia como seres humanos y deseamos que suceda.
La voluntad. Todo y siendo lo anterior, intelecto y emociones, bueno, no es suficiente. La voluntad debe de estar involucrada. Hemos de sopesar los precios que hemos de pagar y entender los ajustes que se requerirán en nuestro estilo de vida, valores, prioridades, actitudes y acciones. Nadie se pone a construir una torre sin hacer una estimación del precio, afirma Jesús. Podría darse el caso de que quedara sin recursos y no pudiera terminar y fuera el hazmerreír de todos. Unica y exclusivamente cuando convergen estos tres aspectos: intelecto + emociones + voluntad = conversión, se puede producir un auténtico giro de 180 grados.
Si piensas en hacer un régimen o someterte a una dieta veras que funciona igual. Intelecto, entiendo los peligros de la obesidad y los beneficios de un peso equilibrado y ejercicio moderado. Emociones, me proyecto en el futuro, me veo en la playa con 10 kilos menos y a gusto con mi cuerpo. Voluntad, es la que debe actuar para hacer todos los ajustes necesarios en mi estilo de vida.
EVIDENCIAS DE LA CONVERSIÓN
Al ser la conversión un proceso interno sólo hay una validación posible, las manifestaciones externas del mismo. Cualquiera de nosotros puede afirmar haberse convertido pero ¿Cómo podemos saberlo? Observando con cuidado y detenimiento que tipo de frutos produce esa vida.
Fue el mismo Jesús quien afirmó, por sus frutos los conoceréis. El mismo Maestro dijo que, no todo el que me llama Señor, Señor entrará en el Reino de los Cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre. En Mateo 25, el escalofriante pasaje del juicio final, hay muchas personas sorprendidas de ser rechazadas y Jesús afirma su carencia de frutos como la razón para ello.
El mismo Juan el bautista, cuando estaba en pleno ministerio anunciando la llegada del Mesías afirmaba, según queda recogido en el libro de Mateo, que era preciso demostrar con evidencias que el arrepentimiento había sido sincero.
Finalmente, es de todos conocido el pasaje de la carta de Santiago, el hermano de Jesús, donde afirma que la única manera de probar que se tiene fe es, a través, de las obras. Como bien dice, la fe que carece de obras, está muerta.
Los frutos, las obras, el estilo de vida cambiado, además de ser la única evidencia válida de nuestra conversión son el propósito para el que hemos sido salvados. Haz una visita a Efesios 2:8-10 y Tito 2:11-14. Después de leerlos no te quedará ninguna duda.
CONVERSIONES Y EL CARÁCTER DINÁMICA DE LA EXPERIENCIA HUMANA
Algo que define, como ya he dicho en otros artículos, a los seres vivos es el cambio constante, el crecimiento, la transformación, el proceso. Nosotros, los humanos, como seres vivos aún más complejos dada nuestra dimensión psicológica y espiritual, participamos con mayor plenitud de esas características.
En todos nosotros hay un equilibrio entre cambio y continuidad. Fuimos, somos y seremos. Cristo, según dice la Escritura, es el mismo, hoy, ayer y por los siglos. Así es, ¡Pero nosotros no!, hemos cambiado, estamos cambiando y cambiaremos porque somos dinámicos y en proceso continuo. El propio Jesús cuando participó de la naturaleza humana, creció en estatura y en gracia. El mismísimo Pablo afirma, no haberlo alcanzado ya, pero proseguir adelante. Como afirma el pasaje paradigmático de Efesios 4:11-13, hasta que todos lleguemos a ser como Jesús. Somos, por tanto, gente en constante proceso.
Tengo 55 años y cuando miro hacia atrás me doy cuenta que no soy el mismo que era cuando me convertí a la edad de 17 años. Sin duda, soy todavía Félix Ortiz, pero físicamente, mentalmente y espiritualmente no soy la misma persona que un día, siendo adolescente, aceptó a Jesús y se convirtió.
Desde entonces mi vida ha ido creciendo, cambiando y evolucionando en todas las dimensiones antes mencionadas. He vivido nuevas experiencias, he adquirido nuevos conocimientos, han surgido nuevos retos, he conocido nuevas personas, he entrado en nuevas dimensiones de la experiencia humana, ser esposo, ser padre, ser líder. No veo el mundo como lo veía antes y, estoy seguro, que todavía me queda mucho por vivir, experimentar, crecer y cambiar si el Señor lo permite.
Todo lo anterior ha tenido que ser convertido, rendido, puesto bajo la autoridad y la jurisdicción del Señor. A los 17 años, cuando me convertí (el evento) puse a sus pies lo que en aquel momento era y tenía. Después al ir creciendo y experimentando y viviendo nuevas realidades he tenido que convertirlas y ponerlas de nuevo bajo el señorío de Jesús (proceso) y anticipo que tendré todavía que convertir, re-orientar, re-dirigir nuevas realidades que saldrán al paso de mi experiencia y realidad como ser humano.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Dado el carácter dinámico de la vida humana debemos enseñarles a los jóvenes el carácter dinámico de la conversión. Enfatizarles que evento y proceso son dos dimensiones inseparables de una misma y única realidad. Que de forma intencional y consciente hemos de ir sometiendo a la autoridad soberana del Señor las nuevas realidades y etapas de nuestra vida. Pienso de hecho, que todos nosotros, cada cierto tiempo deberíamos pararnos, hacer una evaluación sería y pensar qué áreas de nuestra vida no han sido convertidas al Señor y, por tanto, deberían serlo.
Comentarios
Creo que no es posible hablar de conversión, sin antes hablar de arrepentimiento, y a su vez, del Espiritu Santo, quien es el encargado de convencer de pecado.
Y es ahí donde encuentro grandes inquietudes en medio de una socidad Postmoderna.
¿Qué hacer cuando una persona se "convierte"? -Creo que a la mayoria de creyentes lo primero que se nos viene a la cabeza es llevarlo a la iglesia e inscribirlo en las escuelas de capacitación ministerial, cosa que no me parece tan acertada.
¿Cómo ayudar a personas con problemas de identidad sexual y/o adicciones a drogas? -De nuevo, la mayoría de personas esperamos que expeimenten un giro de 180° inmediato, y creo que somos insensibles a la conición de la persona. En este punto específico, estamos en un letargo tal, que la única manera que conocemos de llevar el evangelio es atravez de un proyecto de vida basado en la negación "no puedes ser así".
¿Estará de acuerdo el Señor con la forma en que llevamos su mensaje? Creo que nuestra labor como obreros afronta desafios cada vez más grandes, y quisiera ser dirigido por el Espíritu de Dios para dar a conocer su mensaje de manera (creativa) como Jesús lo hizo. ¿Cuál será el límite entre "creatividad" y "rudimentos"?