UNA EXPLICACIÓN CRISTIANA DEL MUNDO Y LA EXPERIENCIA HUMANA
COSMOGONÍAS I
EN EL PRINCIPIO DIOS
GÉNESIS 1:1
Una
cosmogonía es una explicación de los orígenes. Nos explica el porqué de las
cosas. Nos dice por qué el mundo en el que vivimos está configurado del modo en
que lo está. Nos ayuda a entender por qué somos del modo que somos, qué nos
motiva a vivir las experiencias que vivimos, por qué actuamos de la forma en
que actuamos.
La
cosmogonía es una explicación religiosa de los orígenes. Hay otro tipo de
explicaciones, las filosóficas y las científicas. En mi opinión no son
excluyentes sino más bien complementarias ¡Pero ese es otro cantar en el que no
voy a entrar en estos momentos! y juntas nos dan una perspectiva más amplia de
la realidad. También pienso que la mejor explicación es aquella que tiene la
capacidad de ayudarme a entender mi experiencia humana con más precisión. Dicho
de otro modo, la que mejor explica y pone palabras a lo que vivo, siento y
experimento.
Todas
las religiones tiene sus cosmogonías más o menos elaboradas. La nuestra, la
cristiana, se encuentra en el primer libro de la Biblia, en Génesis y,
especialmente en los tres primeros capítulos del mismo. Tampoco voy a entrar en
la historicidad o no de los primeros once capítulos del libro de Génesis
¡Doctores tiene la iglesia! Me interesa lo que pueden aportar para la
experiencia de un hombre postmoderno en un ya bien entrado siglo XXI.
El
objeto de mi primer estudio es un único versículo, sin embargo, lo
suficientemente importante. En el mismo se nos da una increíble cantidad de
información. En primer lugar, se nos habla de la preexistencia de Dios y se nos
da una primera pista sobre cómo es Él, creador. Al ser el Señor preexistente el
tiempo sólo tiene sentido a partir del momento en que da comienzo al proceso
creativo. Cronos viene a existir desde el momento en que Dios comienza la
acción creativa. No debemos olvidar que nosotros vivimos en la dimensión
secuencial del tiempo. Del mismo modo al ser el Señor creador da lugar a la materia
que, según creemos los seguidores de la tradición judeocristiana viene a
existencia de la nada.
En
segundo lugar, Génesis no se molesta en probar la existencia de Dios, la da por
sentada. No dedica ni un sólo versículo a tratar de probar nada. Dios es una
realidad, punto. En mi opinión esto apunta al carácter misterioso del Señor.
Dios, por más que, en mi humilde opinión, bienintencionados cristianos traten
de probar su existencia, no puede ser probado por la ciencia. Ahora bien,
tampoco puede ser negado por medio del método científico. Es así porque el
Señor no pertenece a esa dimensión del conocimiento sino, más bien, como decía
anteriormente al misterio.
El
misterio es una forma diferente de conocimiento. No es inferior al conocimiento
científico. Tampoco superior, únicamente diferente. El misterio puede ser
definido como una dosis excesiva de realidad que el cerebro humano no puede
procesar. Es como si a una vieja computadora con un procesador 286 le
cargáramos el sistema operativo Windows 7. ¿Cuál sería el resultado? El sistema
se colgaría ante la imposibilidad de procesar tal cantidad de información. Así,
por explicarlo de alguna manera, es el misterio, el territorio de Dios.
COSMOGONÍAS II
DIOS CREÓ
GENESÍS 1:2-26
Estos
versículos explican todo el proceso creativo de Dios, a excepción del ser
humano, que es singularizado más adelante. Si hay algo que puede ser usado para
describir la creación llevada a cabo por el Señor es la palabra bueno, la cual,
se repite seis veces en esos versículos para describir lo llevado a cabo por
Dios. Los versículos, de paso, reflejan otro aspecto del carácter del Señor, su
bondad. El universo, lo creado, es bueno porque Él lo es y, por tanto, en su
creación hay una prolongación de su carácter.
Es
muy importante esta calificación o descripción de la creación de Dios. Todo lo
por Él creado es bueno, todo, absolutamente todo, por tanto, los conflictos
pueden derivarse del uso que hagamos de aquello creado, pero no de lo creado en
sí mismo porque, repito, tal y como dice la Escritura, Dios lo calificó una y
otra vez, de bueno.
Tanto
énfasis en la bondad de la creación me plantea el primer problema, a saber, lo
que afirma la Palabra de Dios no concuerda con la realidad de mi experiencia
como ser humano. Cuando miro a mi alrededor lo más difícil de encontrar, en
muchas ocasiones, es bondad. Tal vez, por eso, los contados ejemplos de la
misma son tan valiosos y dignos de ser remarcados.
Cuando
miro a mi alrededor veo una naturaleza agresiva, percibo dolor, sufrimiento, muerte,
enfermedad, degeneración, explotación, destrucción de la biodiversidad,
injusticias sociales, culturales, económicas y políticas de todo tipo,
impunidad de los malvados, acumulación escandalosa de riqueza, pobreza extrema,
masacres políticas, raciales e incluso religiosas. Todo esto, sólo en el
presente que me toca vivir, sin necesidad de hacer una repaso de la historia de
la experiencia humana.
Algo
ha pasado entre el momento de la creación, con su énfasis en bondad, y la
realidad que vivimos actualmente. La conciencia de esta brecha que todos
nosotros experimentamos nos señala que el mal, algo real en el mundo y en
nosotros, era ajeno al mundo creado por Dios. Por tanto, su origen está al
margen del mundo que el Señor tenía en mente. ¿Cómo hizo su aparición? ¡Esa es
otra historia!
COSMOGONÍAS III
Y CREÓ AL SER HUMANO 1
GÉNESIS 1: 26-31
El
cuadro que ilustra este estudio se llama Adán y Eva y fue realizado por la
famosa pintora, nacida en Polonia y muerta en México, Tamara de Lempicka. Lo he
usado porque cuando Dios terminó de crear al ser humano afirmó, como ya había
hecho con el resto de las cosas creadas, que era bueno y porque al final del
primer capítulo, cuando todo el proceso creativo ha llegado a su fin, el Señor
vuelve afirmar que todo el conjunto es bueno. Todo significa todo. Nada de lo
creado por Dios es malo por definición. Otra cosa, como ya he mencionado con
anterioridad, es su uso y abuso.
La
primera afirmación con respecto a la creación del ser humano es la de estar
formado según la imagen y semejanza de Dios, su creador. Siglos y siglos de
discusiones acerca del significado no nos han servido para llegar a un acuerdo
acerca del auténtico alcance y significado de dicha afirmación. Por tanto, no
pretendo con mi simple acercamiento el resolver tan ingente enigma. El sentido
común, sin embargo, nos ayuda porque sea cual sea el contenido de la imagen de
Dios significa que de algún modo algo de Él puede ser reconocido en el ser
humano, mucho más, desde luego, en aquel hombre y aquella mujer previos a la
rebelión contra la autoridad soberana de Dios. ¿Podemos afirmar que en nuestra
capacidad creativa, nuestra moralidad, nuestro sentido de la trascendencia
podemos reconocer esos trazos de la imagen del Señor en nosotros?
La
segunda cosa que se nos dice con respecto al ser humano es que fueron creados
hombre y mujer. Las versiones antiguas de la Biblia hablan de varón y varona.
Es algo importante debido al hecho de que somos imagen de Dios. El hombre, por
si mismo, no reflejaba la totalidad de la imagen del Señor. Tampoco la mujer
por sí misma. Eran los dos como conjunto que reflejaban una visión más completa
y precisa de quién y cómo Dios es. Esto nos hace pensar en todas las imágenes
femeninas que en la Biblia se utilizan para describir al Señor. Hemos tenido la
tendencia a otorgarle a Dios un carácter e imagen masculino como si el hecho de
que nosotros somos imagen de Dios significara que el Señor es una amplificación
de nuestra propia imagen.
COSMOGONÍAS IV
Y CREÓ AL SER HUMANO 2
GÉNESIS 1: 26-31
De
este pasaje acerca de la creación del ser humano todavía se desprender más
puntos significativos.
El
tercero, es el valor intrínseco que tiene toda la creación de Dios. Aunque ya
repetido en varias ocasiones es importante señalar de nuevo la afirmación del
Señor de que todo lo creado era bueno. No es la existencia del ser humano la
que otorga valor a lo creado. No es nuestra aparición lo que otorga dignidad y
significado al universo formado por Dios. Todo ello tiene valor, no por
nosotros, sino a pesar nuestro. Ese valor le viene del hecho de haber sido
creado por Dios y su declaración de bondad. Es nuestro antropocentrismo el que
no lleva, ridículamente, a pensar que nosotros damos sentido, valor, propósito
y significado a la creación. Vamos, dicho de otro modo, esta existe para
nosotros.
El
cuarto punto es la tarea encomendada por el Señor al ser humano. Tener cuidado
y responsabilidad sobre todo lo creado. La idea de dominio, tal y como ha sido
traducida la palabra en nuestras Biblias, no refleja el verdadero sentido de la
tarea encomendada por Dios. Dominio no implica propiedad y derecho a un uso y
abuso del resto de la creación sin límites ni restricciones. La idea de
dominio, usada en otras partes del Antiguo Testamento, implica más bien cuidado
y protección. El ser humano es constituido como un administrador de la
creación, como un mayordomo y tiene que dar cuentas ante el propietario y
creador, el Señor, del modo en que usa y administra esos bienes que no le
corresponden. La Biblia continúa afirmando que Dios retiene su propiedad sobre
toda la creación y, en ningún momento, la ha cedido al ser humano (Salmo 24:1;
89:11)
Antes
ya vimos que el ser humano creado por Dios -bueno- contrasta con nuestra
experiencia de humanidad . Ahora vemos que la responsabilidad del ser humano
del cuidar de la creación del Señor -mayordomía- contrasta con nuestra actitud
de explotación y destrucción. De nuevo, el escenario para la introducción del
concepto de pecado está siendo preparado.
COSMOGONÍAS
V
¡A DESCANSAR!
GÉNESIS 2:14
Aquí
finaliza lo que es conocido como el primer relato de la creación y lo hace
introduciendo un concepto muy importante, el del descanso después del trabajo.
El mismo Dios descansa después de todo el proceso creativo y declara ese día de
descanso como sagrado.
El
concepto y la necesidad del descanso y su carácter especial nos vienen dados
por el Señor mismo y, por tanto, es algo que necesitamos meditar y considerar.
A diferencia de Él, quien no se desgastó por haber llevado a cabo la creación,
nosotros si que nos desgastamos física, mental, emocional y espiritualmente
como consecuencia de nuestro trabajo, y lo que para el Señor fue un cesar la
actividad y contemplar con satisfacción y plenitud los logros conseguidos, para
nosotros se vuelve una necesidad imperiosa para poder continuar teniendo
calidad de vida.
Ahora
bien, en mi comprensión del día de reposo, no se trata de sustituir el
agobiante ritmo de trabajo que nos impone la vida contemporánea por el no
menos, en ocasiones, vértigo que nos marcan muchas entidades eclesiásticas que
saturan el día con actividades y más actividades de índole religiosa.
Entiendo
el día de reposo como la ocasión que cada siete días el Señor nos da de
pararnos -un lujo en este mundo de producción, eficacia y resultados- y
reflexionar sobre nuestra vida y acerca de cómo vivimos. Clarificar nuestros
valores, nuestras prioridades, nuestras lealtades y rectificar si así fuera
preciso y necesario.
Visto desde esta
perspectiva el día de reposo se convierte en un encuentro con Dios que da luz
sobre nuestra propia vida y nos permite encontrarnos con nosotros mismos y la
forma en que vivimos para asegurarnos que nos alineamos con el Señor y su forma
de entender el mundo y la vida.
COSMOGONÍAS
VI
UN SER
HUMANO Y UN ÁRBOL
GÉNESIS 2:4-17
Con
estos versículos se da comienzo a lo que se conoce como el segundo relato de la
creación -recordemos una vez que estamos en el contexto de la cosmogonía
cristiana, es decir, la explicación del porqué el universo y nosotros mismos
somos del modo que somos-. Este segundo relato es mucho menos exhaustivo que el
primero pero mucho más detallista y comienza a introducir en la escena
elementos que después, como veremos, juegan un papel muy importante.
En
primer lugar, se vuelve a hablar de la creación del ser humano y, en este caso
concreto se habla de la del hombre. El ser humano fue creado para tener una
relación que fuera significativo con su creador. Ahora bien, para que una
relación sea de este tipo tiene, necesariamente, que ser libre y opcional, debe
de ser deseada por ambas partes. En otras palabras, ha de tratarse de una
relación en que cualquier de las dos partes pueda tener la capacidad de decir
¡NO! ha dicha relación, en caso contrario, no es posible que haya significado
en dicha relación.
Un
ejemplo puede ayudar a entenderlo. Un hombre, usando la fuerza física, puede
poseer el cuerpo de una mujer y forzarla a tener relaciones sexuales con él. Lo
puede hacer y, además, de forma continuada. Sin embargo, nunca podrá poseer su
corazón porque este ha de ser entregado de forma voluntaria y personal. El
violador podrá tener una relación física, pero nunca una significativa que ha
de ser libre, voluntaria, deseada. Para concluir con este punto, Dios crea al
ser humano con la posibilidad de decirle ¡NO!, de rechazar esa relación
significativa que el Señor buscaba.
El
segundo aspecto importante en este pasaje es que se nos habla del árbol de la
vida y del conocimiento del bien y del mal. Respecto a este último un grupo de
comentaristas bíblicos indica, El verbo "conocer" tiene en el
Antiguo Testamento una gran riqueza de significado: además de referirse al
conocimiento propiamente intelectual y al experimental (incluidas las
relaciones sexuales), puede también implicar las ideas de elección,
discernimiento e incluso de dominio. Por tanto, conocer el bien y el mal
equivale a elegir por cuenta propia y con absoluta independencia qué es lo
bueno y qué es lo malo, es decir, a tener plena autonomía en el campo moral.
COSMOGONÍAS
VII
COMER
O NO COMER, HE AQUÍ EL DILEMA
GÉNESIS
2:4-17
En este estudio
quiero centrarme en la orden que el Señor dio a Adán y siempre en el contexto
de la cosmogonía bíblica, es decir, la explicación del porqué de como somos
nosotros y nuestro mundo.
Pienso que lo más
importante es la esencia de la orden -obedecer- que no los detalles de la misma
-comer-. El Señor podría haber dicho que podía tirar la río todas las piedras a
excepción de una determinada. O podría haber visitado todos los lugares menos
uno específico. El punto centra es la obediencia a la voluntad de Dios y, por
tanto, la posibilidad de decirle ¡NO!, algo que, como ya vimos, es esencial
para que una relación pueda ser significativa.
Este pasaje nos
muestra también que Dios hizo al ser humano libre y no hay libertad a menos que
haya la posibilidad de escoger. El ser humano podía comer o no comer y con ello
estaba ejerciendo su libertad. Podíamos haber sido creados de tal manera que
estuviéramos programados para hacer su voluntad y obedecer sin tener que tomar
decisiones morales. Programados para siempre escoger el bien. Sin embargo, esa
programación mataría nuestra libertad al negarnos la posibilidad de escoger, de
decidir, de tomar decisiones morales libres.
Libertad y
responsabilidad es un binomio que siempre va de la mano aunque no nos guste que
sea así. La libertad implica la posibilidad de escoger pero también implica la
responsabilidad por las consecuencias de nuestras decisiones, porque toda
decisión, nos guste o no, lleva implícita consecuencias por las que hemos de
asumir plena responsabilidad. Lo ideal, lo que nos gustaría, lo que en más de
una ocasión hemos reclamado, es poder tomar las decisiones que quisiéramos pero
sin tener que asumir las consecuencias que se pudieran derivar. Nos gustaría
que alguien lo hiciera por nosotros. Es en este contexto -en mi opinión- que
debe enmarcarse la advertencia del Señor con respecto a la desobediencia. Dicho
de otro modo sería algo así como, eres libre de comer de cualquier árbol,
incluyendo el árbol del conocimiento del bien y del mal. Ahora bien, sepas que
la consecuencia de hacerlo será la muerte. Tú mismo.
COSMOGONÍAS VIII
NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO
GÉNESIS 2: 18-20
Estos
versículos nos hablan del carácter social del ser humano. Como vemos, antes que
Aristóteles definiera al hombre como zoon politikon, es decir, animal social,
la cosmogonía cristiana ya había establecido este principio tan importante que
nos explica el porqué buscamos, nos sentimos atraídos y necesitamos de otros
seres humanos semejantes a nosotros. Hemos sido creados y diseñados por el
Señor de esta manera, con esta necesidad.
Me llama la atención que eso implica
que hay necesidades que Dios no puede suplir en el ser humano. Algunas
personas, deseosas de "defender a Dios" afirmarían que no es que Él
no pueda, sino más bien que ha decidido no satisfacerlas directamente sino por
medio, en este caso, de otros seres humanos. Me parece bien. Sea de una forma u
otra la realidad es que existen necesidades muy profundas en todo ser humano
que Dios no satisfará, lo harán otros hombres y mujeres. No deja de ser
interesante que incluso cuando nos convertimos en seguidores de Jesús este
seguimiento no es individual, se lleva a cabo en el contexto de una comunidad.
La
ayuda idónea. He oído predicaciones y seminarios afirmando el carácter
complementario de la mujer con respecto al hombre. Parece muy osado afirmar
semejante cosa en base a las afirmaciones de Génesis 2. La misma palabra hebrea
-ayuda- se utiliza para definir al Señor, el cual, en los salmos es descrito
como nuestro -ayudador- Nadie afirmaría una subordinación de Dios con respecto
a la humanidad en base a que sea nuestro ayudador. Creo que este pasaje afirma
la complementariedad entre la mujer y el hombre. Ambos han sido creados y
diseñados por el Señor a su imagen y semejanza. Ambos reflejan cuando están
juntos la totalidad de esa imagen y ambos se necesitan mutuamente.
En el mundo
semítico el nombre era algo muy importante. Iba mucho más allá de ser una cosa
exterior o denominativa, era una parte constitutiva de la persona. Así mismo,
poner nombre indicaba autoridad o dominio sobre la persona u objeto nombrado.
Pero ya hemos hablado que aquí dominio no significa el derecho a masacrar y
explotar sino, más bien, nutrir, cuidar y proteger.
COSMOGONÍAS IX
NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO 2
GÉNESIS 2:21-25
En
mi opinión, y siempre dentro del contexto de la cosmogonía cristiana, hay dos
cosas importantes que vale la pena reseñar. La primera, es la formulación de la
institución matrimonial como algo perteneciente al orden de la creación u orden
natural. Es algo instituido por el Señor para toda la humanidad sin distinción
de cuáles sean sus creencias religiosas. Por decirlo de otra manera, viene a
existir antes de la caída del ser humano. De hecho, la realidad matrimonial,
como la del gobierno, se da en todo tipo de culturas. Es cierto que puede
manifestarse con expresiones o formas culturales muy diferentes que pueden
variar de forma enorme de un contexto social a otro. No obstante, ahí está,
presente desde que el ser humano tiene historia y siempre, siempre, con una
dimensión social que va más allá de lo meramente privado.
Para mí, el
segundo aspecto a considerar es la desnudez de Adán y Eva. El comentario
editorial de autor no es en absoluto casual cuando indica que, a pesar de su
desnudez, no se avergonzaban. Entiendo que la desnudez indica un estado de
total y absoluta transparencia. Hay una desnudez física en la cual nada queda
encubierto y todo es visible y hay también una desnudez psicológica, emocional
e incluso espiritual. En esta última tampoco existe nada que ocultar y la
transparencia psíquica, emocional y espiritual es total. Pienso, es mi humilde
opinión, que el autor de Génesis se refiere a ambas. Lo interesante es que el
ser humano, ante su Dios y ante otros seres humanos, podía, antes de la caída
ser total y absolutamente transparente.
COSMOGONÍAS X
NO MORIRÁS
GÉNESIS 3: 1-6
Este
pasaje tiene dos cosas importantes que vale la pena reseñar. La primera, es la
aparición de la serpiente en la escena de la cosmogonía y su papel como
inductora de la humanidad a enfrentarse a Dios por medio de una rebelión
abierta a su autoridad. ¿Qué podemos decir acerca de la personalidad o
identidad de la serpiente? En el próximo oriente este animal representaba la
sabiduría, la astucia y los poderes mágicos. Era considerada como el prototipo
o la encarnación de la astucia. La Biblia Interconfesional, en sus comentarios
a este pasaje, afirma lo siguiente: La serpiente sirve aquí, en cierta forma,
de disfraz a un ser hostil a Dios y enemigo del genero humano, y en el cual
primero el Nuevo Testamento y luego toda la tradición cristiana reconocen al
diablo. La serpiente pasó a ser en el mundo cristiano símbolo de la tentación
externa al ser humano (Juan 8:44; Apocalipsis 12:9; 20:2)
La
segunda cosa que llama la atención es la tentación. La serpiente se acerca a
Eva cuestionando las motivaciones de Dios al pedir que no comieran del fruto
del árbol prohibido. En mi opinión, al decretar semejante prohibición el Señor
estaba concediéndole al ser humano la libertad de escoger algo, que como ya
expresé, es necesario para poder tener esa relación significativa que Dios
buscaba. Al mismo tiempo, el decreto del Señor tiene como propósito determinar
de forma clara las responsabilidades que se derivarían de un acto de
desobediencia. Ya hemos hablado que libertad y responsabilidad son binomios
inseparables. Además, explicando las consecuencias que traería consigo el
quebrantamiento del mandato de Dios, Él estaba protegiendo al ser humano de
repercusiones indeseadas -la muerte- derivadas de su conducta.
Pero
la serpiente cuestiona todas estas motivaciones. Coloca la duda en la mente de
Eva acerca de la bondad que Dios haya podido tener a la hora de hacer semejante
prohibición y, a la vez, miente de forma descarada acerca de las consecuencias
del acto de desobediencia. Afirma que no solamente no morirán, sino que serán
como Dios, conocedores del bien y del mal.
La
gran tentación del ser humano es ser igual a Dios. Eso implica sustraerse de su
autoridad y su jurisdicción, convertirse el mismo en el centro de su propio
universo desplazando al Señor de esa posición central. El ser humano recibe la
tentación de ser autónomo, independiente, su propio dio y rey. Este ser igual a
Dios se plasma en el conocimiento del bien y del mal por ellos mismos. Pero
miremos bien el contexto. Ambos sabían lo que era el bien y era el mal ya que
el Señor lo había decretado y explicado. Sin embargo, no lo habían
experimentado en su propia realidad.
Ser iguales a
Dios significa que ellos mismos determinarán qué es el bien y qué es el mal. Ya
no será el Señor quien lo determine sino ellos mismos. Ya no habrá una
autoridad externa que tome esas decisiones sino ellos mismos. Ahora bien,
cuando no existe esa autoridad externa ¿Cómo puede el ser humano determinar el
bien y el mal? Parece fácil, el bien es aquello que me favorece, gratifica o
interesa. El mal es lo contrario. ¿Cómo puede ser bueno algo que va contra mis
intereses, deseos, impulsos o beneficio? ¿Cómo puede ser malo lo contrario? El
libro de Jueces en 21:25 lo define con total claridad, Porque era un tiempo en
que no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le venía en gana. Cuando no
hay autoridad externa cada uno determina su propio bien. Eso se llama
relativismo.
COSMOGONÍAS
XI
PECADO
GÉNESIS 3: 6-7
Este breve pasaje,
siempre en el contexto de la cosmogonía cristiana, introduce el concepto de
pecado. El mismo es presentado como un acto de rebelión, de desobediencia contra
la voluntad soberana de Dios. El ser humano decide declararse independiente y
autónomo con respecto a Dios y su señorío. El ser humano se sustrae a la
jurisdicción del Señor y consuma, de este modo, la tentación de ser igual a
Dios.
A mí me ayuda a entenderlo,
sin que la comparación tenga ninguna connotación positiva o negativa, la
declaración de independencia que los diferentes países de la América de habla
española hicieron hace unos doscientos años. A comienzos del siglo XIX
decidieron declararse independientes y dejaron de reconocer la autoridad de la
monarquía española, se sustrajeron de su jurisdicción.
El pecado no es lo
que hacemos o dejamos de hacer. El pecado, en su esencia, no es una conducta
sino más bien es una actitud, es decir, nuestra posición de rebelión, de
desobediencia, de independencia con respecto al Señor y su soberanía. Lo que
nosotros de forma coloquial denominamos "pecados" son mas bien los
síntomas, las manifestaciones externas de un serio problema interno, a saber,
nuestra rebelión y desobediencia contra Dios.
Es importante
distinguir entre los síntomas de una enfermedad y la causa de fondo que la
provoca. Los síntomas externos, fiebre, vómitos, cansancio, etc., pueden ser
serias evidencias que nos ayudan a detectar algo más profundo que las está
causando, por ejemplo, una grave infección intestinal que puede resultar mortal
para la persona. Si nos centramos en atacar los síntomas externos podemos
camuflar el problema de raíz que los causa, y mientras aliviamos síntomas dejamos
intacta o incluso creciendo la problemática de fondo. Cuando los cristianos nos
centramos en atacar los síntomas olvidando que son una manifestación de una
causa más profunda, nos convertimos en moralizadores, que acometen contra las
conductas buscando conformidad pero dejando intacto el corazón.
El pecado es un
problema profundo, es un problema del corazón tal y como indicó Jesús en Mateo
15:18-20. Para la antropología hebrea el corazón no tiene nada que ver con las
emociones. Es el centro de control y decisión en la vida de los individuos. Es
el lugar desde el cual se gobierna la vida y destino de los individuos. Por
eso, la Biblia habla de que el ser humano necesita un cambio, un cambio que es
expresado en términos de un nuevo corazón (Ezequiel 11:18-20; Ezequiel
18:30-32; Ezequiel 36:26) Nuestro lenguaje popular evangélico lo ha recogido
cuando afirma que invitamos a Jesús a que entre en nuestro corazón, es decir,
en el centro de control de nuestras vidas.
Es importante
entender el concepto bíblico de pecado puesto que si nos fijamos únicamente en
la conducta podemos cambiar esta dejando intacto el corazón que puede seguir
viviendo en rebelión contra Dios, independiente de Él, en desobediencia a su
voluntad.
COSMOGONÍAS XII
LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO 1. RUPTURA DE LA RELACIÓN CON DIOS.
GÉNESIS 3: 7-10
El
ser humano comienza a experimentar las consecuencias de su rebelión y
declaración de independencia con respecto a Dios y su autoridad. La primera de
las consecuencias es una ruptura en la relación del ser humano con Dios.
El
versículo 7 vuelve a plantear el tema de la desnudez y la necesidad, después,
sólo después, de haber desobedecido a Dios de su cubrir su desnudez. Ya comenté
la relación de la desnudez con la transparencia. Antes de su rebelión Adán y
Eva no tenían nada que ocultar al Señor. Ambos podían ser totalmente
transparentes física, emocional y espiritualmente. No sucede ahora lo mismo, ya
tienen algo que ocultar. La transparencia con Dios no puede ser total y, por
eso, la necesidad de tapar y cubrir su desnudez. El problema, como bien sabemos
y hemos experimentado, es que el Señor escudriña, observa, investiga hasta lo
más profundo del corazón y ante Él todo se pone de manifiesto sin que nada
pueda ser encubierto. Sin embargo, como todos sabemos por pura experiencia, hay
que intentarlo al menos.
Los
versículos nos muestran el cambio significativo que se ha producido en la
relación entre el ser humano y Dios. Previamente a la desobediencia y rebelión
esta era franca y abierta. Era una relación con una comunicación fluida y
constante. Adán y Eva y el Señor estaban cercanos y experimentaban esa relación
significativa de la cual ya hemos hablado. Pero ahora, ante Su presencia huyen
y sienten la necesidad de esconderse. Experimentan miedo, vergüenza y
culpabilidad y todo esto les impulsa a esconderse del Señor. El ser humano se
esconde porque se siente culpable y se siente así porque, sencillamente, lo es.
Recordemos
que estamos hablando en el contexto de la cosmogonía cristiana. Estamos
intentando comprender el porqué de cómo somos y cómo actuamos. Desde entonces
el ser humano, debido a la culpabilidad de haberse rebelado contra Dios, sigue
huyendo de Él impulsado por un sentido de culpa. Juan, en su evangelio, en el
capítulo 3 lo explica del siguiente modo:
16 »Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para
que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no envió a
su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.
18 »El que cree en el Hijo de Dios, no está condenado; pero el
que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios. 19 Los que no creen, ya
han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo
prefirieron la oscuridad a la luz. 20 Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a
ella para que no se descubra lo que están haciendo. 21 Pero los que viven de
acuerdo con la verdad, se acercan a la luz para que se vea que todo lo hacen de
acuerdo con la voluntad de Dios.
Creo que este
sentido universal de culpa, esta necesidad inconsciente de huir de Dios es la
que explica que habla acerca de Él provoque tanta incomodidad en las personas.
Normalmente, con la mayoría de las personas, es posible hablar sobre cualquier
tema pero cuando el tema de Dios sale a relucir en muchas de ellas se produce
una incomodidad que, a menudo, ni siquiera saben a qué es debido. El tema
religioso remueve cosas muy profundas en nuestro inconsciente donde, seguimos
sintiéndonos culpables ante Dios y, consecuentemente, necesitamos seguir
huyendo y cubriendo nuestra desnudez con todo tipo de hojas de higuera
contemporáneas.
COSMOGONÍAS XIII
LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO 2. RUPTURA INTERNA
GÉNESIS 3:7-10
La
rebelión del ser humano contra Dios no solamente rompe la relación entre ambos,
sino que produce una ruptura interna en el ser humano. Génesis 3 nos habla de
toda una serie de estados de ánimo auto destructivos que, antes de su rebelión,
eran totalmente desconocidos para Adán y Eva pero que, a partir de ahora, pasan
a ser parte consustancial de nuestra experiencia humana. En el capítulo tres
podemos observar el miedo, la culpabilidad, la vergüenza. Si vamos al capítulo
cuatro -como veremos más adelante- podremos notar la ira, la rabia, los celos y
la envidia. Esta lista es simplemente descriptiva y no pretende ser, en ninguna
manera, exhaustiva.
Dentro
como estamos del contexto de la cosmogonía cristiana este pasaje nos enseña el
porqué vivimos el tipo de experiencia humana que vivimos. Somos personas rotas,
fracturadas, quebradas. Vivimos en una esquizofrenia interior entre nuestra
capacidad de entender, valorar y aspirar al bien y la realidad de que, con
demasiada frecuencia, rompemos nuestros propios códigos y valores. Todos
nosotros nos sentimos avergonzados de las cosas que somos capaces de desear,
las motivaciones que pueden llegar a impulsarnos, las acciones u omisiones que,
en un momento dado, podemos llevar a cabo. Vivimos en contradicción con
nosotros mismos. El apóstol Pablo lo describió de forma magistral cuando al
dirigirse a los cristianos que formaban parte de la comunidad de Roma, en el
capítulo 7, dijo:
15 No entiendo el resultado de mis acciones, pues no hago lo que
quiero, y en cambio aquello que odio es precisamente lo que hago. 16 Pero si lo que hago es
lo que no quiero hacer, reconozco con ello que la ley es buena. 17 Así que ya no soy yo
quien lo hace, sino el pecado que está en mí.18 Porque yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza débil, no
reside el bien; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de
hacerlo. 19
No hago lo bueno
que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. 20 Ahora bien, si hago lo
que no quiero hacer, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí.
21 Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el bien, solamente
encuentro el mal a mi alcance. 22
En mi interior
me gusta la ley de Dios, 23
pero veo en mí
algo que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado, que está en
mí y que me tiene preso.
La
desobediencia, la rebelión, nuestra declaración de independencia con respecto a
Dios ha traído como consecuencia una experiencia humana rota de la que tú y yo
participamos plenamente. Esta parte de la cosmogonía lo que hace es dar una
explicación a mi humanidad, decirme por qué la vivo de esa forma tan rota,
fracturada y, en ocasiones, insufrible. Porque, realmente, el ser humano con el
que resulta más difícil convivir es con uno mismo. Podemos alejarnos de Dios,
podemos alejarnos de otras personas pero, lamentablemente, no podemos huir de
nosotros mismos y nuestra experiencia humana fracturada.
COSMOGONÍA
XIV
RUPTURA EN
LAS RELACIONES ENTRE LOS SERES HUMANOS
GÉNESIS 3: 13-16
Este pasaje nos
narra otra de las consecuencias indeseadas de la rebelión del ser humano contra
la autoridad soberana de Dios, una ruptura en las relaciones interpersonales,
ejemplificada aquí por la ruptura en la relación entre Adán y Eva.
El estado del
ser humano antes de declararse autónomo e independiente de Dios podría ser
definido por la palabra armonía. Había una armonía interna, una armonía en la
relación con el Creador, una armonía entre ellos y con la creación en su
conjunto. La rebelión introduce un factor de ruptura y aquella armonía se
rompe. Hemos visto como se rompió la relación con el Señor, como el ser humano
se fracturó internamente y hoy veremos como las relaciones interpersonales se
rompen y, nunca más, vuelven a ser las mismas.
Cuando Adán es
cuestionado por Dios acerca de su conducta culpa a Eva de todo el incidente. Es
curioso porque en vez de asumir de forma solidaria y conjunta responsabilidad
por sus acciones, Adán no tiene el más mínimo inconveniente en culpar a Eva si
con ello puede salvar su miserable pellejo. El pecado ha roto la relación entre
ellos, ha abierto una brecha y cambiado la naturaleza de las mismas.
Este
pasaje, recordemos que es la cosmogonía cristiana, nos da luz del porqué las
relaciones entre nosotros son tan complejas, complicadas e incluso pueden
llegar a ser tan dolorosas y destructivas. Todos nosotros hemos experimentado,
o estamos experimentando en estos momentos, el dolor de relaciones rotas. Esta
dificultad en las relaciones puede llegar incluso a darse con aquellos que, al
menos teóricamente, amamos más y son más cercanos a nosotros, padres, hermanos,
hijos, familia en general. Desde la rebelión del ser humano las relaciones ya
no son como acostumbraban ser. Todos hemos sufrido por lo que otros nos han
hecho y, al mismo tiempo, hemos hecho sufrir física, emocional o
espiritualmente a otros seres humanos. La cosa se vuelve aún más dramática
cuando aquellos que se suponen que nos deberían cuidar, nutrir y amar son
nuestra principal fuente de sufrimiento e incluso abuso.
COSMOGONÍA XV
RUPTURA EN LAS RELACIONES ENTRE LOS SERES HUMANOS 2
GÉNESIS 3: 16
Seguimos
con la descripción de cómo el pecado fracturó las relaciones entre los seres
humanos. Vimos como Adán y Eva se enfrentaron y culparon el uno al otro en vez
de solidariamente aceptar responsabilidad por su acción. La interpretación de
este versículo tiene muchas, pero que muchas implicaciones.
Diferentes
versiones lo han traducido de formas distintas. La Biblia de Nuestro Pueblo lo
expresa diciendo y él te dominará. La Biblia de las Américas y la Nueva Biblia
Latinoamericana de Hoy han traducido este versículo del siguiente modo, y él
tendrá dominio sobre ti. La Nueva Traducción Viviente opta por él gobernará
sobre ti. Cuando nos acercamos a la interpretación hemos de tener, según mi
modesta opinión, en cuenta dos factores. El primero, es el contexto de las
consecuencias que el pecado ejerce sobre las relaciones interpersonales. El
segundo, es el carácter de Dios.
Veamos
el primero. Las relaciones antes de la rebelión contra la autoridad de Dios
estaban caracterizadas por la igualdad, el amor y el respeto mutuo entre el
hombre y la mujer. Los dos estaban hechos a la imagen del Señor y únicamente de
forma conjunta -varón y varona- reflejaban con precisión esa imagen. La
declaración de independencia del ser humano rompe esa armonía e introduce una ruptura
en las relaciones que, como vemos aquí explicado por Dios y certificado por la
historia y nuestra experiencia, pasan de la igualdad y armonía al dominio, la
explotación, la sumisión y el enfrentamiento.
Vemos,
pues, que unos seres humanos -en este caso los hombres- dominan a otros seres
humanos -en este caso las mujeres- en función de la diferencia. Esto nos ayuda
a entender porque tanto seres humanos someten, explotan, abusan y dominan a
otros seres humanos por diferencias raciales, culturales, políticas, sociales,
religiosas, sexuales y de cualquier otro tipo. Desde la rebelión, el ser humano
abusa del ser humano.
Ahora
bien, es importante notar que esto no es, en absoluto, lo decretado por Dios,
esto es lo que el pecado, nuestra declaración de independencia con respecto al
Señor, ha introducido en el mundo y, de manera específica, en las relaciones
entre los seres humanos. Porque, en el principio no era así.
Veamos
ahora el segundo factor. El resultado actual, unos seres humanos abusando de
otros, no refleja el carácter de Dios. En este versículo 3:16, el Señor no está
castigando a la mujer a estar sometida y maltratada por el hombre. Sería
totalmente contrario al carácter del Señor que es amor, bondad y misericordia.
Dios está poniendo de manifiesto la realidad de que el pecado ha alterado su
creación -que como ya vimos afirmó que era muy buena- e introducido factores de
distorsión en todos los ámbitos de la misma, la relación con Dios, del ser
humano consigo mismo, con otros seres humanos y con la creación en su conjunto.
Al afirmar el dominio del hombre sobre la mujer el Señor no castiga,
simplemente clarifica las consecuencias imprevistas y, con total seguridad,
indeseadas de la rebelión del ser humano. En el próximo capítulo, veremos un
paso más en el proceso de degradación de esas relaciones, Caín, con alevosía y
premeditación matará a su hermano Abel.
COSMOGONÍAS
XVI
RUPTURA EN
LA RELACIÓN CON LA CREACIÓN
GÉNESIS 3:
17-19
Ya
hemos visto como la declaración de independencia del ser humano con respecto a
Dios provocó una ruptura en su relación con Dios, consigo mismo y con otros
seres humanos. La última consecuencia indeseada de la rebelión contra el Señor
es una ruptura con la creación de Dios.
Adán
y Eva habían recibido la responsabilidad de ser cuidadores y mayordomos de todo
lo creado por el Señor, ahora se convertirán en depredadores y destructores de
aquello que tenían la responsabilidad de preserva. De nuevo vemos al Señor, no
decretando, sino declarando, los efectos que sobre su creación traerá la
actitud humana, la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa.
Toda
la creación, sin excepción, sufre las consecuencias de nuestra rebelión y sufre
de forma pasiva porque no es responsable de nuestra irresponsabilidad. La
creación se ve bajo maldición como consecuencia de nuestras acciones y aún, a
día de hoy, seguimos destruyendo, depredando, abusando y llenando de maldición
la tierra que el Señor nos ha dado.
Todavía,
sin embargo, es más triste que algunos cristianos justifiquemos esa destrucción
del medio ambiente, ese aniquilamiento de la biodiversidad, ese esquilmar los
recursos disponibles, en base a nuestra pretendida superioridad sobre el resto
de lo creado, en base al mandamiento de dominar la tierra que, como ya vimos,
venía a significar cuidar y preservar. El ser humano no es el rey de la
creación, es un tirano malévolo, antropocéntrico y que ha extendido la muerte
que es la paga del pecado por toda la tierra.
El
propio apóstol Pablo habla acerca de los efectos del pecado sobre la creación
de Dios cuando afirma en Romanos 8:
18Pues
considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser
comparados con la gloria que nos ha de ser revelada.
19Porque
el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los
hijos de Dios.
20Porque
la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de
aquel que la sometió, en la esperanza
21de
que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a
la libertad de la gloria de los hijos de Dios.
22Pues
sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora.
Sólo
tenemos que escuchar las noticias en la radio o verlas en la televisión o,
simplemente, mirar a nuestro alrededor y observar cómo hemos dañado la creación
de Dios y cómo estamos destruyendo aquello que fuimos llamados a cuidar y
preservar.
COSMOGONÍAS XVII
EXPULSADOS
GÉNESIS 3:20-24
Hay
tres aspectos que llaman poderosamente la atención en este pasaje y que veremos
a continuación.
El
primero, es que Adán y Eva son expulsados del jardín y han de vagar por la
tierra. Hay un profundo simbolismo en esto, ambos han de marchar de casa, se
convierten en gente sin hogar, en exiliados que constantemente estarán añorando
el regreso al país perdido. Pienso que este vacío producido por ser exiliados
está profundamente arraigado en el corazón de todo ser humano y no es difícil
para mí verlo entroncado con la parábola del hijo pródigo y el deseo de volver
a la casa del padre de donde nunca debimos marchar.
El
segundo, el la provisión de Dios para cubrir la desnudez del ser humano. El
Señor toma la iniciativa de cubrirla con pieles de animales lo cual me lleva a
pensar en dos cosas significativas. Una, es que Él no se desentiende de nuestro
estado de vulnerabilidad y provee. Otra, es que animales tuvieron que morir
para que las pieles pudieran cubrir la desnudez y este detalle me lleva a
pensar en algo que vemos repetido una y otra vez, cuando hay pecado, hay
derramamiento de sangre para poderlo cubrir.
El tercer aspecto, es
que al ser humano se le veta el acceso al árbol de la vida. Hasta cierto punto
ha conseguido lo que deseaba, ser igual a Dios y conocer el bien y el mal,
aunque ha experimentado la "letra pequeña" del contrato que Satanás dijo
que no sería ejecutada -la muerte- y que ahora es una realidad en su vida. Los
dos árboles son incompatibles, no podemos comer simultáneamente del árbol de la
vida y del árbol del conocimiento. Nuestra opción por uno hace incompatible la
opción por el otro. Tenemos conocimiento -como buscábamos- pero hemos perdido
la inmortalidad. Es importante notar, sin embargo, que el árbol no fue
destruido, siguió en pie, y eso es un signo de esperanza porque volveremos a
encontrarnos con él al final de la historia, en el libro de Apocalipsis.
COSMOGONÍAS XVIII
UN PROYECTO QUE NO PUDO SER
Hemos
llegado al final de nuestra cosmogonía, es decir, de la explicación cristiana
de por qué el mundo es como es y la experiencia humana la vivimos del modo en
que la vivimos. En un breve resumen podemos ver los puntos claves de la misma:
Primero,
Dios, quien era preexistente al tiempo y al espació creó.
Segundo,
Entre todo el proceso creativo se encuentra el ser humano.
Tercero,
Cuando Dios acabó toda su creación decretó que toda era muy buena.
Cuarto,
el ser humano fue creado a imagen de Dios. Ambos, ninguno de ellos por
separado, expresa en su totalidad esa imagen.
Quinto,
el ser humano recibió la responsabilidad de cuidar del jardín y nombrar a los
animales.
Sexto,
Dios deseaba una relación significativa con el ser humano, lo cual implicaba la
posibilidad de decir NO a Dios.
Séptimo,
El árbol del conocimiento del bien y del mal ilustra, por medio de la
obediencia y la desobediencia, esa posibilidad del ser humano de decirle NO a
su Dios.
Octavo.
Adán y Eva recibieron la tentación de ser iguales a Dios, conocedores del bien
y del mal, es decir, estableciendo ellos mismos su concepto de ambos.
Noveno,
Pecaron contra Dios desobedeciendo, rebelándose, declarándose independientes y
sustrayéndose a la autoridad soberana del Señor.
Décimo,
esta rebelión trajo como consecuencia cuatro rupturas: en la relación con Dios,
interna dentro de la experiencia humana, con otros y con la creación del Señor.
Onceavo,
Adán y Eva fueron expulsados del jardín, se convirtieron en exiliados y se les
vetó el acceso al árbol de la vida.
Este
en un breve resumen de los tema que han sido abordados en estos tres capítulos
de Génesis que constituyen nuestra explicación del mundo y la experiencia humana.
Nos encontramos con algo muy importante, un proyecto que no pudo ser.
Contra
la creencia popular evangélica de que el pecado es una cuestión pura y
exclusivamente espiritual nos encontramos que la cosmogonía cristiana nos
indica que el pecado, si bien tiene una dimensión espiritual, va mucho más allá
de la misma y afecta, no únicamente a todas las dimensiones de la experiencia
humana -ya hemos visto que nos rompe interiormente y rompe nuestras relaciones-
sino a toda la creación. Todo lo creado por el Señor se ha visto afectado,
corrompido, alterado por nuestra rebelión contra Él. Esta declaración de
independencia ha provocado una catástrofe de dimensiones cósmicas totales y
absolutas.
Por
eso el título de esta entrada es un proyecto fallido. Porque cuando nos miramos
a nosotros mismos como seres humanos nos damos cuenta que no somos el tipo de
hombre y mujer que Dios diseñó, creó y tenía en mente. Este tipo de ser humano
es el producto del pecado, de nuestra rebelión y sublevación contra el Señor y
su autoridad soberana. Somos, soy, un proyecto que no pudo ser, un intento
fallido, un aborto.
Del
mismo modo, cuando miro al mundo a mi alrededor con tanta injusticia, pobreza,
hambre, explotación, enfermedad, abuso, dolor, sufrimiento, esclavitud y tantas
y tantas cosas que producen dolor sólo de verlas, me doy cuenta que este
tampoco es el mundo que Dios decretó que era muy bueno. Me encuentro ante otro
proyecto fallido resultado de los efectos del pecado sobre el mismo.
Una humanidad y
un universo que no pudieron ser, que el pecado, nuestra rebelión hicieron
inviables y catastróficos. Esta es la cosmogonía cristiana y, como podemos ver,
dejar abierto el escenario para la necesaria intervención de Dios a fin de que
tanto la humanidad como el universo pudieran ser aquello que Él pensó y el
pecado abortó. Por tanto, si el pecado provocó una catástrofe de dimensiones
cósmicas hemos de esperar una salvación del mismo alcance, cósmico.
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