LA CENTRALIDAD DE CRISTO
Jesús, el Mesías, es el centro, la columna
vertebral de toda la Biblia y con toda razón pues Él es el auténtico Dios y el
auténtico ser humano. Cuando lo miramos y contemplamos vemos a Dios tal y como
es y al ser humano tal y como debería ser.
Pablo
escribiendo a los Corintios, en su primera carta, en el capítulo primero y
versículo veintitrés habla de que predicamos a Cristo y a este crucificado. El
mensaje central de las Escrituras es Jesús, el Mesías y, por tanto, este debe
ser también nuestro mensaje para un mundo roto y en necesidad.
Tiene
todo el sentido del mundo porque, así lo creemos sus seguidores, en Jesús
convergen dos naturalezas, la divina y la humana. Es decir, que Jesús es cien
por cien Dios y, al mismo tiempo, cien por cien ser humano.
Esta
doble naturaleza de Jesús es un misterio. El misterio es definido como una
dosis excesiva de realidad que el cerebro no tiene la capacidad de procesar.
Demasiada realidad para tan poco cerebro. Es, por tratar de ilustrarlo, como si
a una vieja computadora 286 tratáramos de cargarle el último sistema operativo
de Microsoft, el procesador se fundiría, sería incapaz de poder manejar y
procesar semejantes cantidades de información.
Existe
tres tipos de verdades. Las racionales, aquellas que el cerebro entiende,
acepta y procesa como consistentes y coherentes. Las irracionales, aquellas
que, contrariamente a las otras, el cerebro rechaza por inconsistentes y,
finalmente, las suprarracionales, aquellas que nuestro cerebro, simplemente, no
tiene la capacidad de analizar y procesar porque van más allá de su alcance. En
esta categoría está el misterio y está la doble naturaleza de Jesús.
JESÚS
NOS MUESTRA AL AUTÉNTICO DIOS
Dios
es como Jesús y no al contrario. Parece un juego de palabras pero no lo es.
Cuando miras a Jesús ves a Dios tal y como es.
La
Biblia afirma que Jesús es la imagen
visible de Dios invisible (Colosenses 1:15). El mismo Pablo, escribiendo a
los cristianos que se reunían en la ciudad de Filipos indica que Jesús no estimo el ser igual a Dios como
cosa a la que aferrarse (Filipenses 2:6) y el propio apóstol Juan en el
prólogo a su evangelio nos dice que a
Dios nunca nadie lo ha visto, sin embargo, Jesús, nos lo ha dado a conocer (Juan
1:18)
En
más de una ocasión el propio Jesús afirmó que el Padre y Él eran uno y esto fue
causa de enormes problemas para Jesús hasta el punto que sus enemigos y
detractores lo acusaban de blasfemo, afirmando que siendo simplemente un hombre se hacía igual a Dios (Juan 5:18) Esta
acusación significaba que habían entendido con total y absoluta claridad sus
pretensiones y afirmaciones de ser Dios.
En
ese mismo evangelio, en un diálogo con Tomás, este le dice a Jesús que les
muestre al Padre y ello será suficiente. A lo cual el Maestro responde, ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y
no me has conocido? (Juan 14:9) Finalmente, el anónimo escritor de Hebreos
afirma acerca de Jesús, es la imagen
perfecta de Dios (Hebreos 1:3)
LAS
IMPLICACIONES
Que
Dios es como Jesús y no al contrario tiene muchas implicaciones que vale la
pena considerar.
La
primera, es que Jesús nos fuerza a llevar a cabo una reinterpretación de Dios
porque Él mismo, quien es Dios, hace una nueva interpretación del Creador en la
magistral parábola del padre que ama y perdona, mal conocida como la parábola
del hijo pródigo.
En
este parábola vemos a un Dios que expresa gracia, aceptación y amor
incondicional por encima y sobre todo. Vemos a un Dios que no le importa perder
su dignidad delante de principados y potestades por amor a nosotros. Vemos a un
Dios que tiene que enfrentar la reprensión de los seres humanos –representados en
la figura del hermano mayor- por el trato escandaloso que le otorga al hermano
menor.
La
segunda, es que debemos leer, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos desde
la perspectiva de Jesús y no al contrario. Jesús da su auténtico significado a
las palabras del viejo pacto y las enseñanzas de Pablo y el resto de los
escritores del nuevo pacto.
No
podemos, ni debemos mirar a Jesús desde el Antiguo Testamento ni desde los ojos
de Pablo. El proceso es el contrario, Jesús interpreta a Pablo y al Dios del
Antiguo Testamento.
La
tercera y última, Las aparentes contradicciones de Dios se resuelven en Cristo.
Siendo Jesús Dios mismo, se convierte en el tribunal final de apelación acerca
de cómo es Dios. En el pasado, recordando de nuevo al escritor de Hebreos, Dios
habló de muchas maneras, ahora ha hablado de forma definitiva por medio de Jesús.
Punto final acerca de cómo es Dios. Cualquier duda acerca de cómo es Dios, qué
siente y piensa hacia nosotros queda resuelta en Jesús, el Dios hecho ser
humano.
JESÚS
NOS MUESTRA AL AUTÉNTICO SER HUMANO
Romanos
capítulo cinco nos habla de Jesús como el nuevo Adán, el prototipo, el primero,
el modelo de una nueva humanidad. Hubo una humanidad que no pudo ser, que fue
inviable, que fracasó a causa de nuestro pecado, es decir, de nuestro deseo de
vivir de forma independiente y al margen de Dios.
Nosotros,
como seres humanos, no somos aquello que Dios pensó y tuvo en mente cuando nos
creó. Somos, antes al contrario, el resultado del pecado. Somos, por mucho que
nos duela admitirlo un proyecto fallido y abortado, por eso fue preciso una
nueva humanidad, una que respondiera al modelo original que Dios tuvo en mente
desde el principio.
Jesús,
el Dios hecho ser humano, es el primero de esa nueva humanidad y se convierte,
por tanto, en el modelo que todos podemos y debemos seguir. Jesús es el auténtico
y genuino ser humano o, como lo define la Escritura, el hombre nuevo.
Al
mirar a Jesús podemos experimentar dos emociones encontradas y enfrentadas. Por
un lado tristeza, porque la observación del Maestro nos hace ver todo lo que
hubiéramos podido ser si el pecado no nos hubiera convertido en el deshecho que
somos. Por otro lado, esperanza, porque al contemplar a Jesús veo todo aquello
que puedo llegar a ser si permito su trabajo constante, continuado en mi vida.
Por
eso, porque Él es el auténtico ser humano, seguir a Jesús nos vuelve auténtica
y genuinamente humanos. Cuanto más nos adentramos en su seguimiento más humanos
nos volvemos y cuanto más nos alejamos de Él menos humanos nos volvemos.
Los
seguidores de Jesús vivimos en una tensión saludable. Por un lado aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser, como dice el apóstol Juan en el capítulo tres
de su primera epístola. Un día, afirma, seres semejantes a Él, es decir, auténtica
y plenamente humanos.
Mientras
tanto, olvidamos lo que queda atrás, como dice Pablo en Filipenses 3 y
proseguimos hacia delante, hacia el proceso de que Cristo sea formado en
nosotros (Gálatas 4:19), hasta que seamos plenamente humanos como Él lo es
(Efesios 4:11-13)
Jesús,
llamado el Cristo, el Mesías, es central porque nos enseña cómo auténticamente
es Dios y cómo auténticamente es un ser humano.
Comentarios