DIOS UN PADRE FRACASADO
La Biblia nos presenta a Dios como un padre
fracasado y, consecuentemente, de su experiencia podemos aprender muchas
lecciones importantes para nuestra paternidad.
LA HISTORIA DEL GÉNESIS
La
historia desplegada en los capítulos 1 al 3 del libro de Génesis nos hablan
acerca del modelo de paternidad que Dios estableció y que Él mismo llevó a cabo
con sus dos hijos, Adán y Eva.
Del
mismo se deducen algunos principios importantes. El primero, que Dios proveyó
para su familia el mejor entorno posible, desde el punto de vista físico,
emocional y espiritual. El propio relato de Génesis indica que cuando el Señor
acabó todo el proceso creativo lo valoró y afirmó que era muy bueno.
El
segundo, es que el Padre proveyó para ellos el mejor ejemplo posible. En el
mismo relato vemos que la relación entre el creador y sus criaturas era franca,
abierta, libre y significativa. Adán y Eva estaban expuestos al mejor referente
posible de Padre, Dios mismo, tenían un buen modelo que imitar en todo momento.
El
tercero, es que el Padre proveyó para ellos la mejor instrucción posible. Dios
les enseñó acerca la libertad, el bien y el mal y las consecuencias
destructivas de optar por este último. Ambos hijos, Adán y Eva eran total y
plenamente conscientes de cómo debían vivir y cuáles serían las potenciales
consecuencias de decidir no seguir la instrucción del Padre.
Al
observar este modelo paternal ya sacamos una primera aplicación práctica para
nuestra tarea como padres, debemos, somos responsables y hemos de ser
totalmente intencionales en ofrecer a nuestros hijos el mejor entorno posible,
el mejor ejemplo a nuestro alcance y, finalmente, la mejor instrucción que
seamos capaces de transmitirles.
Es
importante, en mi opinión, tener en cuenta estos tres aspectos. Los padres, no
únicamente somos responsables de proveer para las necesidades físicas de
nuestros hijos, sino también de asegurarnos que los tres aspectos antes
mencionados están presentes en nuestra paternidad, tomamos responsabilidad por
ellos y somos intencionales en desarrollarlos. Pero aunque linda, la historia
del Génesis no acaba aquí. Tristemente esa historia acaba en un fracaso, el
fracaso de Dios como Padre y la opción de Adán y Eva por un estilo de vida de
autodestrucción al margen de Dios.
EL FRACASO PATERNAL DE DIOS
A
pesar de haber provisto de entorno, ejemplo e instrucción, los dos hijos de
Dios optaron por vivir al margen de Él. Decidieron por un estilo de vida de
desobediencia y rebelión. Apostaron por un proyecto de vida al margen del
Padre, un proyecto que afectó a todo lo creado por Dios, comenzando por la
relación entre el Señor y sus hijos y acabando por la relación de estos con el
resto de la creación.
¿Puede
alguien acusar a Dios de ser un mal Padre? ¡Por supuesto que no! Entonces ¿Cómo
podemos explicar lo que pasó? Creo que no sólo podemos explicarlo, sino que es
preciso, para consuelo de muchos padres, que debamos explicarlo.
Dios
nos creó para que pudiéramos tener una relación significativa con Él. Para que
una relación pueda ser de esta categoría tiene que ser deseada, querida y
anhelada por ambas partes. Una relación significativa nunca puede ser impuesta,
tiene que ser ofrecida y aceptada, pero nunca forzada. Una relación
significativa implica la libertad y la posibilidad de decir ¡NO! Y justamente
eso es lo que sucedió con Adán y Eva, dijeron un gran ¡NO! Al deseo del Señor
de tener una relación de esas características con ellos. Dios nos creó con la
libertad de escoger y esa elección implicaba la posibilidad de volverle la
espalda a Él y eso fue, precisamente, lo que sus hijos hicieron.
Soy
consciente de que en la mente de muchos lectores cuesta asimilar este concepto
de Dios como un Padre fracasado. Entiendo que produzca reacciones y una
necesidad de justificar al Señor ¡Cómo si Él lo precisara! Produce tensión en
nuestra visión e imagen de Dios como santo y perfecto ¿Cómo es posible que Dios
fracase? Pero al margen de la tensión que esto pueda producir ahí está el
relato de la Biblia que el mismo Dios inspiró y nos legó.
Y de
aquí sacamos una segunda aplicación importante para nuestra paternidad, a pesar
de que proveamos a nuestros hijos con la mejor instrucción, entorno y ejemplo,
eso no garantiza de que seguirán al Señor y escogerán sus caminos. Eso implica
que nosotros habremos cumplido con la que es nuestra obligación hacia nuestros
descendientes y podremos tener ante nuestra conciencia y ante el Señor la paz
de haber hecho todo aquello que estaba a nuestro alcance y de lo que éramos
responsables y deberemos rendir cuentas.
Y no
hay garantía porque nuestros hijos han sido creados libres por Dios, quien
sigue buscando una relación significativa con ellos, y les ha dado como nos dio
a nosotros, la oportunidad de aceptar o rechazar su invitación paternal. Nosotros debemos proveer los tres elementos
ya descritos y descansar en que Dios haga su trabajo sobrenatural en la vida de
ellos. Trabajar, ser intencionales y proactivos en aquello que constituye
nuestra área de influencia y descansar en Dios para todo aquello que es nuestra
área de preocupación, es decir, aquella en la que no tenemos control.
APRENDIENDO DE UN PADRE FRACASADO
Hay
más lecciones que podemos aprender de la paternidad de Dios. El Padre fracasado
puso en marcha un plan para reconquistar a sus hijos extraviados y ese plan se
llama gracia.
Dios
nos perdió pero estaba dispuesto a hacer todo aquello que estuviera a su
alcance para volver a ganarnos, siempre respetando nuestra libertad, siempre
invitando y no forzando, pero quiso recuperarnos por medio de su gracia, de su
amor incondicional hacia nosotros.
Juan
3:16, ese versículo tan conocido de la Escritura, nos revela detalles muy
profundos de ese plan de Dios para recuperarnos emocionalmente, para salvarnos.
Primero, nos enseña que tomó la iniciativa, dando el primer paso y enviando a
su hijo único para que nos rescatara. Segundo, su amor hacia nosotros no se
quedó en palabras y bellas frases, se plasmó en acciones, dio a su hijo.
Tercero, lo hizo de forma incondicional, no porque lo mereciéramos, sino a
pesar de que no lo merecíamos. Cuarto, su amor hacia nosotros fue costoso, tuvo
que pagar un gran precio para que nosotros pudiéramos volver a tener una
relación con Él. La gracia siempre es gratuita para el que recibe, pero costosa
para aquel que la ofrece.
De
aquí se deduce otra aplicación importante para nuestra paternidad. La gracia,
el amor y la aceptación incondicional es la única manera de rescatar y redimir
a nuestros hijos cuando deciden organizar su proyecto de vida al margen del
Señor. La ley, la condena, el rechazo, el amor condicional nunca han redimido a
nadie. Si Dios optó por esta estrategia para volvernos a una relación con Él,
me parece ingenuo el pensar que a nosotros nos puede funcionar mejor y tener
éxito con una alternativa.
A MODO DE RESUMEN
Mi
tesis, que animo a considerar una vez superada la primera impresión de concebir
a Dios como un Padre fracasado, es que Él es un buen modelo de paternidad.
Aprendemos sobre la necesidad de proveer entorno, ejemplo y enseñanza o
instrucción. Aprendemos que las cosas no siempre salen como uno espera y desea
a pesar de todo lo bueno que podamos hacer. Finalmente, aprendemos que la
gracia, el amor incondicional, es la mejor estrategia para recuperar, redimir,
salvar a un hijo perdido. Esta ha sido mi experiencia –a mi me salvó la gracia-
y ha sido la experiencia de mis dos hijos –a los que únicamente la gracia
redimió-.
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