ALIMENTAR LA FE EN LA POSTMODERNIDAD
UNA REGLA DE VIDA PERSONAL
Una regla de vida es un conjunto de
disciplinas espirituales que nos ayudan a canalizar nuestra espiritualidad, a
moldear el tipo de persona que queremos ser y desarrollar aquellas cualidades
que deseamos que nos definan.
LA
INSPIRACIÓN
¿Qué
me llevó a desarrollar una regla de vida personal? Han habido varias
influencias importantes que me han guiado en esta dirección. La primera, y sin
duda la más importante, ha sido la Palabra de Dios. Sin embargo, como afirmar
eso es muy amplio, quisiera singularizar algunos ejemplos.
El
primero de ellos es Daniel. En el libro que lleva su nombre se nos indica que
tres veces al día se recluía en su habitación donde oraba y alababa a Dios
(6:11-12). Parece ser que ese hábito estaba fuertemente enraizado en su vida y
era notorio, incluso para sus enemigos políticos, que vieron en ello la
oportunidad para atacarlo.
El
segundo de ellos es nuestro Maestro, Jesús. Una rápida lectura de los
evangelios nos mostrará que había ciertos hábitos espirituales que también
estaban fuertemente arraigados en su vida. El ayuno, el retiro personal a solas
al desierto, la oración temprana en la mañana, la práctica intencional y
proactiva del bien, el profundo conocimiento de la Palabra de Dios.
Un
tercer ejemplo sería el apóstol Pablo. Escribiendo a los corintios, en su
primera carta (9:24-27) el apóstol habla acerca de la vida disciplinada del
atleta, de los hábitos que ha de desarrollar a fin de poder conseguir el premio
que desea. En paralelo, afirma, que el seguidor de Jesús debería de tener esa
misma disciplina y hábitos que le permitan conseguir un premio mucho más
sublime, según mi entender, que Jesús sea evidente en mi forma de vivir y
pensar.
La
segunda influencia ha sido la rica tradición cristiana en este sentido. Una de
las disciplinas espirituales que tengo incorporada en mi regla de vida es el
retiro personal (más tarde hablaré en más detalle de ello). Desde hace más de
25 años lo practico en un monasterio benedictino –Montserrat- ubicado en las
montañas cerca de Barcelona. Allí he podido observar y aprender a respetar la
rica tradición espiritual de los monjes, sus tiempos pausados de oración, la
lectura diaria de la Palabra, la práctica de la hospitalidad, el silencio
voluntario, el ayuno y algunos otros que me han inspirado a encontrar mis
propios canales para expresar mi espiritualidad y trabajar el tipo de persona,
en imitación de Jesús, que deseo ser.
LA
DEFINICIÓN
El
C.S. Lewis Intitute define la regla de vida como:
“una pauta intencional de disciplinas espirituales que proveen
estructura y dirección para crecer en santidad”.
El
escritor cristiano David Vryhof, al hablar del tema dice lo siguiente:
“Una regla de vida nos permite clarificar nuestros valores más
profundos, nuestras relaciones más importantes, nuestras esperanzas y sueños
más auténticos, nuestras prioridades más altas. Nos permite vivir con intención
y propósito en el momento presente”.
Permíteme
ofrecerte mi propia definición de qué es una regla de vida:
“Son los hábitos en mi vida cotidiana que tienen como finalidad
sustentar, estructurar, canalizar y moldear mi espiritualidad. Me ayudan a dar
forma a mi imitación y seguimiento de Jesús y a desarrollar aquellas
características que quiero que me definan”.
Nadie
debe sentir miedo por la palabra regla ni encender las alarmas del peligro al
legalismo. Entender la etimología y el significado de la palabra nos puede ser
de ayuda. Al oír hablar de regla de vida algunas personas pueden pensar en una
lista de cosas que están obligados a seguir, algo que producirá más muerte que
vida ¡Nada más lejos de la realidad!
La
palabra regla proviene del latín “regula” que más que una lista de leyes y
obligaciones significa una manera de regular, de regularizar nuestra vida para
asegurarnos que ésta se mantiene dentro del camino que nos hemos trazado de
antemano. En este sentido la regla tiene dos grandes valores. El primero de
ello es descriptivo porque al elaborarla estamos enunciando las cualidades y
características que deseamos desarrollar en nuestra vida. El segundo de ellos
es prescriptivo, porque cuando no somos fieles a lo que deseamos ser nos
muestra el camino para volver.
La
regla de vida no es algo rígido que encorsete nuestra vida espiritual como la
armadura de Saúl privaba de libertad a David en su combate contra Goliat. Antes
al contrario, tiene como finalidad empoderarnos para ser el tipo de persona
que, en imitación de Jesús, hemos decidido ser, darnos libertad para
estructurar y canalizar nuestra espiritualidad en el contexto de la siempre
compleja vida cotidiana en la postmodernidad.
LAS
CARACTERÍSTICAS
Primera
característica, singular. Cada uno de nosotros hemos sido hechos únicos
y diferentes por parte de Dios (Salmo 139). La relación que cada uno de
nosotros establecemos con Jesús es, consecuentemente, singular y única.
No
hay dos espiritualidades iguales. Unos gozan con la alabanza llena de música y
movimiento quinestésico. Otros, por el contrario, necesitan el silencio y la
quietud para encontrarse con el Señor y oír su voz. Mi punto es que aquellos
componentes que decidas introducir en tu regla de vida han de ser los que estén
alineados con la forma en que el Señor te ha hecho, de cómo lo experimentas a
Él y de qué maneras tú canalizas tu espiritualidad. Es tu regla de vida, no la
de tu pastor, tu líder, tu congragación.
Segunda
característica, realista. Uno tiene que ser honesto consigo mismo acerca
de lo que es capaz o no de hacer y llevar a cabo en la realidad de nuestra vida
cotidiana. Una regla sobrecargada de disciplinas puede convertirse en una carga
pesada en vez de en un motivo de gozo, en una frustración en vez de una
liberación.
Tercera
característica, escalable. La veo muy relacionada con el punto anterior.
Personalmente recomiendo comenzar poco a poco, con dos o tres disciplinas
básicas e ir escalando, añadiendo otras nuevas, en la medida en que nos
encontremos a gusto con las ya incorporadas y estén fuertemente arraigadas en
nuestra vida.
Cuarta
característica, flexible. La regla está a tu servicio para canalizar y
moldear tu espiritualidad y no tú al servicio de la regla. Recuerda, sin
embargo, que hay un equilibrio entre la pereza y la procrastinación por un
lado, y el legalismo por otro.
Habrá
veces en que la regla generará en nosotros un sentido de responsabilidad que
nos llevará a actuar en una determinada dirección –porque esa es, precisamente,
la que queremos tomar- aunque las emociones o las ganas no nos acompañen.
No
debemos olvidar que, en ocasiones, no ubicamos el placer o el gozo en el lugar
adecuado. Deseamos que el placer nos mueva a hacer las cosas y no la voluntad, cuando,
en muchas ocasiones, el placer es el resultado de haber hecho las cosas. Llevo
corriendo largas distancias desde hace más de treinta años. Miles de veces no
he tenido ganas de entrenar y salir a correr con un tiempo inclemente o con
cansancio físico y emocional. Miles de veces he experimentado la satisfacción
después de haber acabado el entrenamiento ¡Valió la pena!
LOS
INGREDIENTES DE MI REGLA DE VIDA
Ya
he mencionado con anterioridad que la regla de vida es algo muy personal y, por
tanto, no hay la necesidad de que existan dos similares. Cada persona debe de
incluir en la misma aquellos ingredientes que le permitan poder canalizar su
espiritualidad y, al mismo tiempo, moldear el tipo de seguidor de Jesús que
desea ser.
A
continuación voy a hablar acerca mi propia regla de vida personal. Los
ingredientes los comparto a nivel totalmente descriptivo –es decir, para
orientar- y, en absoluto en un nivel prescriptivo –es decir, para imitar-.
Pudiera ser que en tu propia regla quieras incluir algunos de ellos. Si es así,
que sean aquellos que sirvan al fin que persigue la regla, ser más y más como
Jesús y que su carácter sea evidente en nosotros.
Las
oraciones pautadas. Soy consciente de que la Biblia nos invita a orar sin
cesar, en todo momento y situación y así trato de practicarlo. Sin embargo, y
no veo ningún tipo de contradicción con lo que el apóstol recomienda a los
Tesalonicenses, yo tengo tres tiempos de oración establecidos en mi vida y que
cada día practico de forma pautada y sistemática.
El
primer tiempo es la oración de la mañana. Cada día, al comenzar, hablo con el
Señor y pongo todas mis actividades delante de Él y tomo perspectiva de todo
aquello que me espera por delante. Pienso en las cosas que debo hacer, las
relaciones que tendré, las acciones que he de llevar a cabo y las presento ante
Dios pidiendo su guía, dirección y la capacidad para saber discernir que está
haciendo en el mundo y saberme unir a Él y su trabajo de reconciliación y
restauración.
Es
un tiempo para presentar a mi familia, mi esposa y mis hijos, orar por su
seguimiento del Maestro y sus necesidades. Es el tiempo también para orar por
mi iglesia para que pueda ser una comunidad de constructores del Reino y
agentes de restauración en este mundo roto.
El
segundo tiempo es la oración del mediodía. En obediencia a la enseñanza de
Jesús en la oración conocida como el Padrenuestro, oro para que el Reino de
Dios venga y se establezca en mi vida, en mi ciudad, en mi país y en este
mundo. Oro para con sinceridad estar dispuesto para ser usado por el Señor en
el trabajo de hacer de su Reino una realidad.
El
tercer tiempo de oración es la oración de la noche. Comienzo con las palabras del
Salmo 139 y le pido al Señor que examine mi vida, cómo he vivido, cuán sensible
he sido a su voz y su voluntad. Qué cosas he hecho bien, qué cosas necesito
mejorar y qué cosas necesito hacer diferente. Hay un equilibrio entre la
oración de la mañana, poner el día en las manos de Dios y la de la noche,
discernir cómo he vivido ese día único e irrepetible.
La
lectura de la Palabra. Cada día –después o al mismo tiempo que tomo mi
café- dedico un tiempo para la lectura de la Palabra. No necesariamente ha de
ser una gran porción de la Escritura, puede ser un capítulo o simplemente un
fragmento. Pero haciéndolo expreso mi deseo que ella esté presente en mi vida,
en mi mente, en lo que haré o dejaré de hacer. Hay días en que la Biblia me
habla con una gran intensidad, otros días es más rutinario, no cada día es
espectacular, sin embargo, la Palabra va calando en mi mente, en mi forma de
pensar y me va moldeando y cambiando y acumula un poso que, en su momento, el
Espíritu Santo puede usar en mi vida cotidiana.
Mi
diario de reflexión. Hace años que aprendí que aquello que escribo queda
más marcado en mi vida. Consecuentemente, comencé un diario de reflexiones. En
mi caso no se trata de algo intimista, simplemente plasmo por escrito lo más
significativo que el Señor me ha enseñado por medio de la lectura diaria de su
Palabra. (http://misreflexionessobrelabiblia.blogspot.com.es)
Lo publico, pero no escribo para los demás, escribo simplemente para mí, pero
publicarlo me ha ayudado a arraigar en mi vida el hábito de pensar qué quiere
enseñarme el Señor por medio del pasaje que ese día estoy leyendo y meditando.
La
hospitalidad. Sara, mi esposa, y yo practicamos la hospitalidad en dos
sentidos. En primer lugar, en el sentido tradicional de abrir nuestra casa a
otros. Creemos, como dice la Biblia, que es una oportunidad para acoger
ángeles. También creemos firmemente que en el huésped, en aquel a quien
acogemos, nos encontramos con el mismísimo Jesús. Es a Jesús a quien servimos y
ministramos en la persona del visitante.
Pero
también practicamos la hospitalidad en un sentido más amplio, acoger al
necesitado en todos los sentidos. El necesitado de acogida espiritual,
emocional, intelectual, social. Este tipo de acogida, este crear espacio para
que el otro pueda sentirse albergado, es algo que todos nosotros podemos hacer
al margen de que dispongamos o no de una vivienda.
Hacer
el bien. En el libro de los Hechos en el capítulo 10 versículo 38 se
describe a Jesús como alguien que iba haciendo el bien y Dios estaba con Él. Al
observar al Maestro vemos que hacia el bien de forma intencional, proactiva,
indiscriminada. Lo hacía según las necesidades le salían al paso. Forma parte
de mi regla de vida no desperdiciar ninguna oportunidad en que hacer el bien
sea posible. Hacerlo sin importar a quién. Lo merezca o no lo merezca. Creo que
nunca reflejamos tan bien y nítidamente el carácter de Jesús como cuando
hacemos el bien a todos y, como dice la Palabra, mayormente –pero no
exclusivamente- a la familia de la fe.
El
retiro personal. Cada tres meses aproximadamente tomo un día o un día y
medio para estar a solas únicamente con el Señor. ¿Con qué propósito? Ir a la
presencia de Dios y enfocar de nuevo mi vida, mis valores, mis prioridades en
Él y su voluntad. Es un tiempo para permitir que Él me examine y me de luz y
discernimiento sobre mi vida personal, familiar, ministerial, etc. Es un tiempo
para desconectar de todos los ruidos ambientales –no sólo físicos, también
mentales, emocionales, espirituales- y poder agudizar mi oído para escuchar
mejor la voz del Señor. Es también un tiempo para celebrar, reconocer y dar
gracias a Dios por todo lo que continúa haciendo en mi vida.
Hay
otros ingredientes menores en mi regla de vida, sin embargo, no voy a
compartirlos todos para no parecer abrumador. De nuevo quiero insistir que mi
deseo es ilustrar en qué consiste la regla de vida e insistir también en que
cada persona debe decidir qué componentes debe tener siguiendo las
características que antes he mencionado.
No
conozco ningún atleta serio que carezca de un plan de entrenamiento para
progresar, sin embargo, conozco muchos seguidores de Jesús sin plan de
entrenamiento para que el Maestro sea formado en sus vidas. La regla de vida
pretender ser parte de ese plan tan necesario e importante.
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